Hasta aquí lo que leyeron, y se pidió un momento de
silencio pensando en estas palabras, con esto pretendían enseñarse desde el
comienzo que lo que se diga sea fruto de la reflexión, no una declaración
irracional que solo conduce a perder tiempo, así irían más rápido en el
conocimiento y ciencia que necesita el pueblo para su vida; y dijeron muchas
cosas, recordaron lo que había pasado la tarde y noche anterior, cómo los
habían agredido negándose a conversar, ¿tal vez sería algún guardado, que
estaban esperando que se enfriaran las cosas para echárselo al bolsillo?, sí,
ellos creían unánimemente que lo habían intentado y lo iban a seguir
intentando, por eso había que estar alertas, seguirse organizando y movilizando
hasta que el proyecto estuviera finalizado; después tendrían que seguir
haciendo lo mismo con los demás asuntos, pero eso no debía preocuparlos, debían
tener su mira puesta en su desarrollo como personas y que cada circunstancia
tendría su reto, y de la correcta respuesta saldrían luces para servir al
pueblo.
Este ejercicio lo repitieron con cada extracto,
estuvieron toda la tarde así entretenidos, con breves recesos para oír música,
cantar y comer algo. En estos recesos ya se veía a Judit y Antonio mucho más
cerca el uno del otro, ya sin disimulo se miraban como algo especial, se
hablaban como más que amigos y se atendían entre ellos, ya fuera lo de comer o
beber, la música que querían oír, el sentarse juntos, siempre juntos en todo lo
que hacían.
X
Una tarde así, recogiendo la semilla que les habían
legado y sembrándola en sus corazones, es especial para esos jóvenes idealistas
y patrióticos, no necesitan más para estar bien y ser felices, para dar alas a
los sueños y volar con ellos, para mirar unos ojos y comprender que la vida no
seguirá igual, no podría seguirlo porque viendo esos ojos se ve el alma propia
y son propios los sueños que brillan en esa alma. Todos lo comprendieron
claramente y supieron que Judit y Antonio iniciaban con ellos el camino, se
alegraron y prometieron nunca separarse, al menos estarían enterados de los
caminos que los demás recorrían, estarían acompañándose y se alegrarían o
entristecerían con sus amigos, desde la distancia.
Y llegó la hora de las sombras, poco a poco se fueron
acercando, con sigilo como monstruos que temen ser notados antes de coger a su
presa; primero fue un tímido sol de los venados, uno los contaría y diría que
no pasaron de 3, pequeñitos y ariscos que se fueron asustados por las sombras.
Los excursionistas sacaron una lámpara de pilas, la pusieron a un lado,
apagada, y encargaron a Yolandita que la tuviera lista para cuando se hiciera
necesario prenderla; y se dedicaron a mirar el pueblo, sentados al borde de la
mesita, con la botella de vino que habían llevado, mientras se encendían las
luces del pueblo e iba muriendo el día, había sido un día especial que no
olvidarían y se sentían tranquilos, todavía animados para conversar un buen
rato. Alguien recordó lo de la marcha campesina y el apoyo popular que habían
recibido, dijo que el gobierno no había previsto el gran apoyo que recibieron
de todos y tal vez por eso se habían resistido a realizar las obras a las que
estaban obligados, no solo que la ley así lo exigía si no que eran acuerdos
firmados, con los grupos políticos de garantes y sin dudas sobre lo que había
que hacer, cada cual según su posición y fuerzas, incluso algunos ilusos
pretendían que fuera como familia, no viendo los cachos y cola que se le
asomaban a algunos, sin que los estuvieran siquiera mirando.
- Esa gente- la del gobierno-, se confió a su astucia y
fuerza, no vieron lo que se les venía encima y ahora deben estar preparando
maletas, con el policía que disparó- parecían estatuas de piedra con estas
palabras, meditando y mirando las luces del pueblo.
- Son responsables aunque no hayan comprendido el lío en
que se estaban metiendo- habló otra de las piedras, en silencio los demás
meditando y mirando las sombras que inundaban al pueblo.
- Yolandita, prende la lámpara, que les quiero leer no más unas
cuantas frases de mi abuelo- habló Judit en un momento de inspiración, creyó
que estaban necesitando en ese momento esas luces.
- Claro, hermana, aquí está la lámpara- Yolandita diligente
se la pasó a Antonio, al lado de Judit-, ¿de qué se trata esta vez?
- Pongan cuidado: “…cuando se ven las cosas y personas con
los ojos del corazón sabemos más de su naturaleza y estado que si prendemos una
lámpara, más allá de su apariencia hay una historia que les da un valor y
relación con nuestras vidas”- así leyó Judit mientras todos miraban al pueblo
pensativos.
- Me parece que no nos gusta lo que vemos porque hay
sombras, amenazas para el pueblo y su comunidad, peligros que se conocen con
nombre propio pero que la gente no quiere ni mencionar- dijo Rafael, el de la
botella de vino-, tal vez sea necesario que llevemos la lámpara que encendimos
aquí, para que huyan esas sombras.
- La luz que necesita el pueblo para que no tropiece, si
nos toca a nosotros llevársela, necesita tiempo en crecimiento y no creo que
estemos listos para una tarea así- sugirió Alberto, el más generoso decían, y
que había llevado de todo.
- Pero podemos empezar a brillar con nuestra vida sin
desviaciones que inspiran los enemigos, ¿qué tal que así aumentemos la
conciencia y los luchadores?- para Antonio esto era así y por eso lo dijo.
Y se fue así el rato, todos haciendo algún comentario,
sin prisas poniendo cuidado en lo que decían los otros pero siempre mirando
hacia el pueblo. Ya sería la hora en que la mayoría estaba sentada a la mesa
comiendo, la hora en que si no se reunía y hablaba la familia era porque se
había olvidado lo que era tener una y cuidarla, tal vez por andar en malos
pasos y no pensar lo que es la vida. Entonces se fueron yendo hacia el pueblo
en sombras, con sus cantos y bromas, satisfechos de haber recogido tan buena
semilla y soñando que sería posible un mundo nuevo, alguno habría que llevaría
tal semilla por todos los pueblos y la sembraría y los alimentaría con ella,
para que la vida abundara.
XI
Con las primeras casas del pueblo, casas de pobreza
y dolor, en que reinaba la miseria
vieron que la gente desconfiaba, ¿tal vez no los conocían o era que no les
había visto una obra?, se ariscaron y actuaban como si no estuvieran presentes,
miraban cualquier cosa, hacían cualquier cosa, gritaban pero no sorprendieron
ni una sola mirada, ni los niños ni los perros, ¿qué sería?, ¿tendrían miedo o
es que no se resignaban a su suerte?, y esperaron pasar las casuchas esas para
hacer un comentario, uno solo pero que bastó para que no conversaran el resto
del camino.
- Parece que no tienen voz, parece que son de un mundo
ajeno y lejano al nuestro, será por eso que se quedaron como quietos, mera
astucia del que no tiene nada que dar ni decir- pensó en voz alta Fernando,
pensó que se sentía solo en ese mundo y lo dijo-, estábamos menos solos en el
mirador.
- Tal vez sea cierto lo del mundo ajeno y lejano pero eso
es nuestro error, no es cosa de ellos; y sí tienen mucho qué decir y dar aunque
no tengan ni para comer, o si no ¿de dónde sacó Guillermo Giraldo sus
experiencias y reflexiones?- palabras de Antonio, de todos en su pensamiento,
con las que terminaron de entrar y llegaron hasta el parque.
Se sorprendieron sentándose un rato en su esquina,
preocupados tal vez por lo mismo y sin atreverse a expresarlo, ¿por estar
madurando la idea?, no, es que se sintieron estériles, áridos y sin fuerzas
para la vida y tarea que se habían propuesto, se sentían vacíos a pesar de
haber estado toda la tarde asimilando ideas y reflexionando, ¿dónde se habría
metido la enorme riqueza que habían saboreado e interiorizado?, ¿qué se habrían
hecho tantas luces, visiones felices y amaneceres venturosos?, ¿habrían quedado
en la montaña o en algún rincón del camino?. No es que la semilla que se le da
a la tierra la podamos saborear, eso nunca ha sido así, primero tenían que
vivir el sacrificio, con todo su dolor, antes de llegar al paraíso; además, si
habían cumplido su deber y aprovechado el tiempo, no tenían que preocuparse por
eso, los frutos llegan y no hay que sentarse a esperarlos. Esto lo estuvo
diciendo Antonio que ya para ese momento era su más grande intelectual, se
había destacado por su sencillez y claridad conceptual, sin ponerse nunca con
abstracciones si no yendo a lo práctico, tenían que pensar no más con cuidado,
eso era todo, observando y llamando las cosas por su nombre. Otra vez Antonio
mostrando el camino, otra vez pensando y actuando según sus palabras, así como había
llegado y empezado a relacionarse, con la misma sencillez convivía con ellos,
los iluminaba y enriquecía, ¿sería posible, pensó Judit, que su papá y mamá lo
vieran de la misma manera y lo aceptaran en la familia como uno más?, pensaba a
solas pero suspiró y Antonio que estaba a su lado, como casi toda la tarde, le
preguntó hablándole al oído, repitiéndole unas palabras de una canción muy
conocida:
- ¿Por qué suspiras,
qué piensas de mí cuando te miró yo, por qué me dices que no si sé muy bien que
sí?- con una sonrisa y en voz muy
baja, como si fuera algo muy importante.
- Por nada, solo que estaba pensando- respondió Judit
evasiva.
- No le creo que sea por nada, y quiero que me diga qué
estaba pensando, si no es una molestia- insistió zalamero Antonio, queriendo
aprovechar la ocasión para hablar de los dos.
- ¿Cuándo nos volvemos a ver?, me gustaría que nos volvamos
a ver pronto, para que charlemos y vamos a la fuente de soda a tomar cualquier
cosa- mirándolo casi de reojo y suspirando suavecito para que no se diera
cuenta.
- ¡Uy!, se le escapó un suspiro, ¿me lo regala?- y haciendo
el gesto de que cogía el suspiro y lo guardaba en el bolsillo de la camisa
espero respuesta.
Judit se sonrió y le cogió la mano,
pidiéndole que le respondiera a su invitación si quería que se lo regalara;
esto ya era suficiente para que ambos se tomaran un poquito de confianza y se
sentaran algo retirados de los demás para conversar.
- Mañana tengo que ir al mercado, tengo varios bultos de
frutas y verduras para empacar, me dan ese trabajo y más cuando resulte, así
que no podría sino por la noche, después de la comida, ¿dónde nos vemos?- dijo
Antonio con la seriedad que un joven de buenas intenciones dice estas cosas.
Esto le llenó a Judit la cara y los ojos de
una alegría extraordinaria, le cogió ambas manos y lo miró de cerquitica, como
si hubiera encontrado un norte, como si le hubiera hablado de cosas conocidas,
de un camino que podía recorrer sola.
- Entonces nos vemos después de la comida, aquí mismo, ¿a
las 7 y ½ le parece?- sin duda esperando solo un sí.
- Pues me gustaría tener tiempo para bañarme y cambiarme de
ropa, ¿por qué mejor no nos vemos a las 8 en punto aquí mismo?, si le parece,
no quiero llegar oliendo a cebolla y sudor- mejor se lo decía no fuera que fueran
solo afanes y llegara tarde.
- Está bien, a las 8 en punto, pero lo espero muy puntual-
ya confiada y más segura, ya sintiendo la satisfacción de recorrer un camino
que conocía muy bien, como el camino a su casa, a la casa de la abuela, al
colegio y donde algunas amigas.
Así estuvieron un rato hablando cogidos de
las manos, muy tranquilos con la confianza y felices en su corazón, lo sentían
todo nuevo aunque aún no lo sabían, solo que eran felices y estaban tranquilos;
poco después empezaron a despedirse, cada cual se fue yendo por su lado, menos
Antonio que había quedado con Judit en acompañarla hasta su casa; esto lo hacía
todo nuevo, nunca le había sucedido a ninguno de los dos, que se quedaran en un
punto de confianza y diálogo con alguien, que quisieran estar todo el tiempo
con el otro, solo por el gusto de estar juntos, hablando o lo que sea. Y en la
puerta de la casa se despidieron, sin darse el beso que estaban pensando y
deseando, no por mera timidez, lo que creo es que aún le faltaba un poquito al
fruto para estar maduro, y era la relación no sus edades, si apenas llevaban de
conocerse desde la tarde del día anterior, eso sí, pensando en el mismo camino
para sus vidas, en uno solo de bienaventuranza.
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