jueves, 6 de marzo de 2014

Dios los hace para que se junten (Parte 4)





Hasta aquí lo que leyeron, y se pidió un momento de silencio pensando en estas palabras, con esto pretendían enseñarse desde el comienzo que lo que se diga sea fruto de la reflexión, no una declaración irracional que solo conduce a perder tiempo, así irían más rápido en el conocimiento y ciencia que necesita el pueblo para su vida; y dijeron muchas cosas, recordaron lo que había pasado la tarde y noche anterior, cómo los habían agredido negándose a conversar, ¿tal vez sería algún guardado, que estaban esperando que se enfriaran las cosas para echárselo al bolsillo?, sí, ellos creían unánimemente que lo habían intentado y lo iban a seguir intentando, por eso había que estar alertas, seguirse organizando y movilizando hasta que el proyecto estuviera finalizado; después tendrían que seguir haciendo lo mismo con los demás asuntos, pero eso no debía preocuparlos, debían tener su mira puesta en su desarrollo como personas y que cada circunstancia tendría su reto, y de la correcta respuesta saldrían luces para servir al pueblo.
Este ejercicio lo repitieron con cada extracto, estuvieron toda la tarde así entretenidos, con breves recesos para oír música, cantar y comer algo. En estos recesos ya se veía a Judit y Antonio mucho más cerca el uno del otro, ya sin disimulo se miraban como algo especial, se hablaban como más que amigos y se atendían entre ellos, ya fuera lo de comer o beber, la música que querían oír, el sentarse juntos, siempre juntos en todo lo que hacían.

                                                     X

Una tarde así, recogiendo la semilla que les habían legado y sembrándola en sus corazones, es especial para esos jóvenes idealistas y patrióticos, no necesitan más para estar bien y ser felices, para dar alas a los sueños y volar con ellos, para mirar unos ojos y comprender que la vida no seguirá igual, no podría seguirlo porque viendo esos ojos se ve el alma propia y son propios los sueños que brillan en esa alma. Todos lo comprendieron claramente y supieron que Judit y Antonio iniciaban con ellos el camino, se alegraron y prometieron nunca separarse, al menos estarían enterados de los caminos que los demás recorrían, estarían acompañándose y se alegrarían o entristecerían con sus amigos, desde la distancia.
Y llegó la hora de las sombras, poco a poco se fueron acercando, con sigilo como monstruos que temen ser notados antes de coger a su presa; primero fue un tímido sol de los venados, uno los contaría y diría que no pasaron de 3, pequeñitos y ariscos que se fueron asustados por las sombras. Los excursionistas sacaron una lámpara de pilas, la pusieron a un lado, apagada, y encargaron a Yolandita que la tuviera lista para cuando se hiciera necesario prenderla; y se dedicaron a mirar el pueblo, sentados al borde de la mesita, con la botella de vino que habían llevado, mientras se encendían las luces del pueblo e iba muriendo el día, había sido un día especial que no olvidarían y se sentían tranquilos, todavía animados para conversar un buen rato. Alguien recordó lo de la marcha campesina y el apoyo popular que habían recibido, dijo que el gobierno no había previsto el gran apoyo que recibieron de todos y tal vez por eso se habían resistido a realizar las obras a las que estaban obligados, no solo que la ley así lo exigía si no que eran acuerdos firmados, con los grupos políticos de garantes y sin dudas sobre lo que había que hacer, cada cual según su posición y fuerzas, incluso algunos ilusos pretendían que fuera como familia, no viendo los cachos y cola que se le asomaban a algunos, sin que los estuvieran siquiera mirando.

     -       Esa gente- la del gobierno-, se confió a su astucia y fuerza, no vieron lo que se les venía encima y ahora deben estar preparando maletas, con el policía que disparó- parecían estatuas de piedra con estas palabras, meditando y mirando las luces del pueblo.

      -       Son responsables aunque no hayan comprendido el lío en que se estaban metiendo- habló otra de las piedras, en silencio los demás meditando y mirando las sombras que inundaban al pueblo.

       -       Yolandita, prende la lámpara, que les quiero leer no más unas cuantas frases de mi abuelo- habló Judit en un momento de inspiración, creyó que estaban necesitando en ese momento esas luces.

     -       Claro, hermana, aquí está la lámpara- Yolandita diligente se la pasó a Antonio, al lado de Judit-, ¿de qué se trata esta vez?

     -       Pongan cuidado: “…cuando se ven las cosas y personas con los ojos del corazón sabemos más de su naturaleza y estado que si prendemos una lámpara, más allá de su apariencia hay una historia que les da un valor y relación con nuestras vidas”- así leyó Judit mientras todos miraban al pueblo pensativos.

     -       Me parece que no nos gusta lo que vemos porque hay sombras, amenazas para el pueblo y su comunidad, peligros que se conocen con nombre propio pero que la gente no quiere ni mencionar- dijo Rafael, el de la botella de vino-, tal vez sea necesario que llevemos la lámpara que encendimos aquí, para que huyan esas sombras.

    -       La luz que necesita el pueblo para que no tropiece, si nos toca a nosotros llevársela, necesita tiempo en crecimiento y no creo que estemos listos para una tarea así- sugirió Alberto, el más generoso decían, y que había llevado de todo.

   -       Pero podemos empezar a brillar con nuestra vida sin desviaciones que inspiran los enemigos, ¿qué tal que así aumentemos la conciencia y los luchadores?- para Antonio esto era así y por eso lo dijo.

Y se fue así el rato, todos haciendo algún comentario, sin prisas poniendo cuidado en lo que decían los otros pero siempre mirando hacia el pueblo. Ya sería la hora en que la mayoría estaba sentada a la mesa comiendo, la hora en que si no se reunía y hablaba la familia era porque se había olvidado lo que era tener una y cuidarla, tal vez por andar en malos pasos y no pensar lo que es la vida. Entonces se fueron yendo hacia el pueblo en sombras, con sus cantos y bromas, satisfechos de haber recogido tan buena semilla y soñando que sería posible un mundo nuevo, alguno habría que llevaría tal semilla por todos los pueblos y la sembraría y los alimentaría con ella, para que la vida abundara.

                                                    XI

Con las primeras casas del pueblo, casas de pobreza y  dolor, en que reinaba la miseria vieron que la gente desconfiaba, ¿tal vez no los conocían o era que no les había visto una obra?, se ariscaron y actuaban como si no estuvieran presentes, miraban cualquier cosa, hacían cualquier cosa, gritaban pero no sorprendieron ni una sola mirada, ni los niños ni los perros, ¿qué sería?, ¿tendrían miedo o es que no se resignaban a su suerte?, y esperaron pasar las casuchas esas para hacer un comentario, uno solo pero que bastó para que no conversaran el resto del camino.

      -       Parece que no tienen voz, parece que son de un mundo ajeno y lejano al nuestro, será por eso que se quedaron como quietos, mera astucia del que no tiene nada que dar ni decir- pensó en voz alta Fernando, pensó que se sentía solo en ese mundo y lo dijo-, estábamos menos solos en el mirador.

      -       Tal vez sea cierto lo del mundo ajeno y lejano pero eso es nuestro error, no es cosa de ellos; y sí tienen mucho qué decir y dar aunque no tengan ni para comer, o si no ¿de dónde sacó Guillermo Giraldo sus experiencias y reflexiones?- palabras de Antonio, de todos en su pensamiento, con las que terminaron de entrar y llegaron hasta el parque.

Se sorprendieron sentándose un rato en su esquina, preocupados tal vez por lo mismo y sin atreverse a expresarlo, ¿por estar madurando la idea?, no, es que se sintieron estériles, áridos y sin fuerzas para la vida y tarea que se habían propuesto, se sentían vacíos a pesar de haber estado toda la tarde asimilando ideas y reflexionando, ¿dónde se habría metido la enorme riqueza que habían saboreado e interiorizado?, ¿qué se habrían hecho tantas luces, visiones felices y amaneceres venturosos?, ¿habrían quedado en la montaña o en algún rincón del camino?. No es que la semilla que se le da a la tierra la podamos saborear, eso nunca ha sido así, primero tenían que vivir el sacrificio, con todo su dolor, antes de llegar al paraíso; además, si habían cumplido su deber y aprovechado el tiempo, no tenían que preocuparse por eso, los frutos llegan y no hay que sentarse a esperarlos. Esto lo estuvo diciendo Antonio que ya para ese momento era su más grande intelectual, se había destacado por su sencillez y claridad conceptual, sin ponerse nunca con abstracciones si no yendo a lo práctico, tenían que pensar no más con cuidado, eso era todo, observando y llamando las cosas por su nombre. Otra vez Antonio mostrando el camino, otra vez pensando y actuando según sus palabras, así como había llegado y empezado a relacionarse, con la misma sencillez convivía con ellos, los iluminaba y enriquecía, ¿sería posible, pensó Judit, que su papá y mamá lo vieran de la misma manera y lo aceptaran en la familia como uno más?, pensaba a solas pero suspiró y Antonio que estaba a su lado, como casi toda la tarde, le preguntó hablándole al oído, repitiéndole unas palabras de una canción muy conocida:

-       ¿Por qué suspiras, qué piensas de mí cuando te miró yo, por qué me dices que no si sé muy bien que sí?- con una sonrisa y en voz muy baja, como si fuera algo muy importante.
-       Por nada, solo que estaba pensando- respondió Judit evasiva.
-       No le creo que sea por nada, y quiero que me diga qué estaba pensando, si no es una molestia- insistió zalamero Antonio, queriendo aprovechar la ocasión para hablar de los dos.
-       ¿Cuándo nos volvemos a ver?, me gustaría que nos volvamos a ver pronto, para que charlemos y vamos a la fuente de soda a tomar cualquier cosa- mirándolo casi de reojo y suspirando suavecito para que no se diera cuenta.
-       ¡Uy!, se le escapó un suspiro, ¿me lo regala?- y haciendo el gesto de que cogía el suspiro y lo guardaba en el bolsillo de la camisa espero respuesta.
Judit se sonrió y le cogió la mano, pidiéndole que le respondiera a su invitación si quería que se lo regalara; esto ya era suficiente para que ambos se tomaran un poquito de confianza y se sentaran algo retirados de los demás para conversar.

    -       Mañana tengo que ir al mercado, tengo varios bultos de frutas y verduras para empacar, me dan ese trabajo y más cuando resulte, así que no podría sino por la noche, después de la comida, ¿dónde nos vemos?- dijo Antonio con la seriedad que un joven de buenas intenciones dice estas cosas.

Esto le llenó a Judit la cara y los ojos de una alegría extraordinaria, le cogió ambas manos y lo miró de cerquitica, como si hubiera encontrado un norte, como si le hubiera hablado de cosas conocidas, de un camino que podía recorrer sola.

     -       Entonces nos vemos después de la comida, aquí mismo, ¿a las 7 y ½ le parece?- sin duda esperando solo un sí.

    -       Pues me gustaría tener tiempo para bañarme y cambiarme de ropa, ¿por qué mejor no nos vemos a las 8 en punto aquí mismo?, si le parece, no quiero llegar oliendo a cebolla y sudor- mejor se lo decía no fuera que fueran solo afanes y llegara tarde.

    -       Está bien, a las 8 en punto, pero lo espero muy puntual- ya confiada y más segura, ya sintiendo la satisfacción de recorrer un camino que conocía muy bien, como el camino a su casa, a la casa de la abuela, al colegio y donde algunas amigas.


Así estuvieron un rato hablando cogidos de las manos, muy tranquilos con la confianza y felices en su corazón, lo sentían todo nuevo aunque aún no lo sabían, solo que eran felices y estaban tranquilos; poco después empezaron a despedirse, cada cual se fue yendo por su lado, menos Antonio que había quedado con Judit en acompañarla hasta su casa; esto lo hacía todo nuevo, nunca le había sucedido a ninguno de los dos, que se quedaran en un punto de confianza y diálogo con alguien, que quisieran estar todo el tiempo con el otro, solo por el gusto de estar juntos, hablando o lo que sea. Y en la puerta de la casa se despidieron, sin darse el beso que estaban pensando y deseando, no por mera timidez, lo que creo es que aún le faltaba un poquito al fruto para estar maduro, y era la relación no sus edades, si apenas llevaban de conocerse desde la tarde del día anterior, eso sí, pensando en el mismo camino para sus vidas, en uno solo de bienaventuranza.

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