viernes, 7 de marzo de 2014

La falsa vida de Reinaldo Contreras (Parte 5)



Para no olvidarlo
Un borracho fue pateado, su vómito
en la calle le cobraron, una palabra
que no escuchó fue amigo, ¿higiene?,
si era el turno para ellos que sufrían
desde el comienzo de los siglos,
sin razón se agachaban y fingieron
ser amos, con lección no pensada,
guerra que no querían pero querían,
así entendí su absurdo, ¿otro chiste?.

Huyen de dar la cara en cada crimen
sin descanso, ¡qué ira tan tenaz eso!,
cuánto quisieran olvidar su historia
y ser dignos del término humano,
pero se vuelven locos sin lograrlo
y ya sin fuerzas imploran auxilio,
¡qué no se repita cena con ellos!,
si hubiera dioses alcahuetas
serían propios y serían salvados.

Cena en el callejón
Ya en las postrimerías del aliento
y siendo amargo caer como perro
en cualquier rincón, hubo una luz,
tal vez falsa pero propia y única,
sin llanto contenido, aridez vieja,
sin amores qué recordar y buscar,
como muerto buscó en el horizonte
refugio a su angustia, sin saber
que hacía tiempo estaba muerto.

Así como cae gargajo que un loco
tira a las nubes, así cayó en su cara
y se quedó mirando sin mirada
la carrera de las nubes, sin pensar
y sin saber qué pasaba, miró la tierra
y tomó el camino que lo llevaba
a un callejón oscuro, lleno de ratas
que esperaban la presa fugitiva,
entre charcos lo comerían, voraces.

Sueño criminal
Huir con fuerzas jóvenes, riendo
de demonios y ratas inclementes,
no es ir al descanso del refugio
entre sombras, caer sin entender
y pedir clemencia a falsos dioses,
como cuchillo carnicero el destino
y el camino, esclavo de su miedo
que no da descanso, ¿limosnas
para un entierro en el frío olvido?

¡Limosnas no!, pero tocará hacerlo,
¿recordarán al ladrón y asesino,
le pedirán cuentas?, si pudiera
cobrar tantos años de amargura
temblarían otros entre ratas,
y los vería morir pidiendo perdón,
sabrían su terrible odio y crueldad,
final de su guerra con histérica risa
más allá de la razón y toda verdad.

En el mismo escenario
Razón para encuentro ineludible
no habrá, lo único es la opción
del disfraz o confiar en el olvido,
que cicatrices del alma, rencores
y juramentos no despierten, voces
hay que renacen, amenazas
que el sentenciado ha cavilado
cada noche, en desvelo continuo
desde que huyó, hasta la obsesión.

No se puede dejar el camino, único
hasta el rincón sombrío, ¿qué hacer
para escapar?, ¿será un limosnero
bendecido con pan y abrigo, habrán
puertas, habrán brasas?, si otros
vieran llegar y alguien sonriera,
palabra suave que no se cree,
amores que no hay, desespero
cayendo entre sombras eternas.

Casi cadáver
Deseos inconfesados, bestezuela
llorando en su infamia, teme la luz
que anhela en su descanso final,
si alguno recuerda ataca al maldito
y ni agua ni pan, ni techo ni tumba
solo las ratas de su rincón oscuro,
que le den la espalda, que no sepan
de su paso hacia la muerte cercana
y el olvido, perros ruñendo huesos.

Otra luz, mínima, muestra la suerte
que se ganó y de la que no escapa,
su carrera criminal y mentira continua,
¡oh, si el corazón supo!, ese temblor
y los ojos angustiados, mal sin cura
de un condenado cargando infierno,
huesos y cuero, algo para las ratas,
con su conciencia agitada ha visto
que todo fue error, extravío y locura.

Vísperas del fin
Parece tan lejos, en lontananza
parece que hay una torre, atalaya
enemiga, ¡atentos que se acerca
una sombra!, resta del crimen
que otrora ocurriera, una pena
en los ojos hasta este día feliz,
ya casi cadáver carga la culpa
hacia el verdugo pueblo, miente
y pide el olvido, ni techo ni pan.

Recién sus patas tocaron el pueblo
empezó el zumbido, acre y leve
pero duele que nadie se acerque
y tienda su mano, como uno solo
miran sombríos, acechan su presa,
aprietan la boca, patean el suelo
y esperan verlo en su sitio, ¿llueve?,
tan pronto sea un callejón se traga
esa basura, entre charcos con ratas.

La fiesta del diablo
Sin consideración, como había sido
otrora con todos, sin risa ni gritos
como en sagrado ritual, sabiendo
lo que callaban lo dejaron andar
por calles que parecían un solo ojo,
el invierno cercano, piedra asesina
esperando en las manos, ¿comida?,
¡qué coma ratas y perros! si puede
porque para él no hay vida ni nada.

Una gota a mediodía, más esa tarde,
ya habrá charcos y de noche morir,
sin duda amargo todo en el pueblo
le fueron saliendo al paso, cercado
llegó al callejón, donde ratas y perros
cebados hicieron justicia, padeciendo
el horror de la muerte recordó al niño
y maldijo, su juego infame acababa,
sueños muertos, miedo, hambre y sed.

Luego los otros
Se soltó la bestia, en el pecho roía
su rabia y era una sola, ¿ por qué
alimaña como Reinaldo Contreras,
en el pueblo?, si llegaba de nuevo
sería a algo malo y le ganaban
encerrándolo en sus sombras,
sería comida de ratas y perros,
después algo harían con su odio,
tal vez comer alimaña, la que sea.

Recuerdan los demonios cómo fue,
se insiste en males, avidez y furor
con nombre bonito, y buen perfume
para que se vea y piense en el cielo,
no un moridero hipócrita, gusanos
tras su última comida, temiéndola
porque es hogar y tumba, fiesta
infernal del que mira su muerte
y finge la risa habiendo comida.

La vida tiene otro rumbo
Al final todo fue muerte, nada queda
para recuerdo, arte, consejo y ciencia,
el callejón de las maldiciones se olvidó
pero quedaron ideas, palabras, brumas
insanas con que amparan su rabia,
más de uno lo supo después, y calló
preparando huir del infierno, sigilos
distintos, fueron algunos limpiando
su sangre con sacrificio y renuncia.

¿Recuerdan pantanos y pueblos
lejanos, bestias vecinas y rezos?,
cómo uno solo come y se vuela
sin decir temores y dudas, violento
en su fiesta, cebado en el tonto,
pero no acabó el problema, lo pasó
a un iluso, tonto, confiado y cómplice,
se olvidó de obras justas, ni buscó

construir un paraíso que dejó al final.

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