sábado, 8 de marzo de 2014

Los adioses que no se dijeron



No lo querían, como tampoco a la muerta aunque por distintos motivos, es que era tan honrado, decente y serio, es que sabía tanto y lo entendía todo tan bien, casi sin esfuerzo; la muerta no, pero lo prefería por ser el fruto de sus sueños de novia y recién casada, estaban de acuerdo y aceptaban que ese era el camino aunque fuera distinto el que seguían, en medio de las cenizas de sus sueños de madre había dejado claro que ese si era hijo, aunque la mirara de lejos, como pensando no más que él era distinto pero sin decirlo, es que estaba muy ocupado con sus cosas y sueños propios.
Y lo quisieron muerto, que se fueran los 2 en el mismo ataúd, o al menos en el mismo entierro, o siquiera la misma semana; pero por su nobleza y magnanimidad confiaron que los ayudara, que fuera el sostén no solo de sus gustos si no de sus ambiciones, que se ablandara y dejara de ser tan estricto y selectivo, si no ¿para qué tanta grandeza e importancia si no la disfrutaba con ellos?, si no se la iban a reconocer y le tocaba conformarse con un plato de comida y un colchón en el suelo, como los perros, mientras arreglaban los asuntos de la casa y el dinero que había dejado la mamá para todos por igual, más una muy buena suma para él.
Eso era lo peor, que no encontraban la manera de dejarlo sin nada y ponerlo a pedir limosna, haciendo que se olvidara de la capital, tan lejana con sus grandezas y miserias, tan fría y salvaje que los asustaba y los ponía a gritar, mientras discutían lo que veían en ese que se había convertido en un intruso, con su mirada directa y clara, sin equívocos o hipocresías, haciendo las cosas de frente porque lo que hacía estaba bien y no era un problema, y esa resistencia y fortaleza para estar tranquilo en medio de mentiras, violencia y ofensivos desaires. Pero no se resignaban a dejar las cosas así como estaban, aún no habían enterrado a la mamá que se equivocó al cuidarlos a todos, aunque lo reconoció en sus últimos días; algo tenía que pasar que confundiera esa mole de frialdad, conciencia y lógica, aprovechando que se reunían los parientes, aprovechando el cinismo y la crueldad de algunos, alguna palabra descortés, algún comentario injustificado sobre las cosas del forastero, tal vez la discusión que tantas veces habían intentado y que en vida de la madre había fracasado: irracionalidad, calumnia descarada, oposición sistemática a su presencia, forma de vida  y pensamiento, cualquier capricho convertido en la batalla final entre ellos, que si habían sido hermanos ya no se querían ni se miraban como tales, ni ante el cadáver de la que quiso enmendar su olvido en sus últimos días, dejándole algo especial.  

     -          ¿Qué le decimos para que se enoje?- preguntaba la malvada hermana, viéndose así como una bruja- tal vez si le decimos algo de esa vieja.

     -          Ya está enojado pero no lo dice porque sabe que si no dice nada nos friega- respondía el hermano alocado, con su cizaña a la vista- ¿por qué no se le acerca y lo toca?, si se anima lo tenemos cogido.
-          Esas cosas a él no le importan pero las desprecia y así no hay cómo- responde la bruja haciendo el gesto de clavar las uñas-, invítelo a beber, lo deja borracho y yo le caigo encima para dañarlo.

     -          Usted me deja toda la responsabilidad a mí y luego se quiere hacer la santa- airado el loco, muerde palabras, se revuelve y extravía la mirada en un mar de sombras siniestras.
-          Hablémosle de la vieja, le decimos que sufría por él y que tiene la culpa de haberla hecho sufrir- suspira ella, casi un gruñido suave soñando en el casi muerto y su dinero-eso tiene que dar resultado: cuando se defienda lo fregamos negándole cualquier cosa que diga, el argumento que sea.

     -          Usted verá1 pero a mí me ha dejado con los crespos hechos, me mira no más y se calla como si supiera la clase de vida que le tocó a esa vieja- con tristeza de loco embrujado, con dolor en los ojos se calla-, siquiera se murió aunque lo tuvo en cuenta y nos fregó dejándolo mejor que a nosotros.

      -          Mejor no hablo con usted, no sirve para nada y se me quiere tirar la idea, si estoy pensando una cosa ¿por qué me lleva la contraria?, ¿no será que también se quiere morir?- insinuante se para y se va hacia la cafetería de la sala de velación, donde ve al forastero, rodeado de gente.

      -          Quiubo, hermana, ¿quiere tomar tinto?2, ¿y Pepe ya tomó?- sin preocupación le habló Jorge, su enemigo favorito; (“¿será cierto que pagan todo ese dineral por matarlo?”, pensó Isabela, Caína y mosquita muerta.

     -          ¡Uf, qué pereza tomar tinto!, estoy cansada de tomar- y quitándole el pocillo de la mano terminó así- déjeme me tomo el sobradito3, ¿no lo ha babeado?

      -          Yo no soy un cochino, mejor pida uno y deja lo que no se quiera tomar, que yo me quiero tomar el mío- pero no se lo devolvió.

Entonces Jorge dio la espalda y se fue entre desconocidos, gente que no recordaba y que tal vez ya lo habían reconocido, aunque no dijeran nada, se conformaban con sonreír y mirarlo de lejos, envidiosos y codiciosos, malignos en su interés; ¿alguno sabía las cosas que había hecho, soñando oírle confidencias, secretos especiales, no las cosas comunes que se chismosea en los corrillos?, seguramente se soñaban tomando parte en decisiones y acontecimientos históricos, pero no se atrevían a hacer nada, es que eran tan distintos, tan alejados tal vez desde niños, con los primeros sueños, es que había tantas cosas para olvidar, tanta cobardía, deslealtad y traición alejándolos de su dicha. Pero un grupo de las famosas beatas empezó algún rezo y Jorge se animó a participar, dejando sola a Isabela con el tinto que le había quitado, y echando fuego por dentro, ella, fingió interesarse pero se quedó distraída en el reino del Nunca-Jamás, aquel reino al que le rendían tributo casi todos los de aquel velorio pero en el que se destacaba Isabela; ya se sabía cuál era el reino que se soñaba, donde sin ningún esfuerzo lograba lo que quería y gozaba, mandaba e incluso mataba, reinita de pacotilla le decían y no se preocupaban por no entender sus delirios, su forma de vida, no mera vanidad y entretención.
Todos los que tenían algo que ver con doña Esmeralda, allí en la sala de velación, se hacen  presentes ante el ataúd, los 3 hijos, algunos nietos, sobrinos, primos, unas amigas de cuando estaba soltera, la señora de la tienda diagonal a donde vivía; y empieza el coro de oración aunque cada cual seguía en su propio mundo, no se fueron por el camino de la cruz, eso no era con ellos, pero miraban con disimulo al único que parecía de verdad, no una careta de lo que sea con cualquier contenido oculto. No era tanto el misterio porque ya eran conocidos de vieja época y las cosas ocultas con el tiempo se conocen, no se podía confiar en el lobo que habían visto de vez en cuando, pero se descuidaban soñando, pensando que el intruso se iba en unos días pero se podían quedar con su gloria, ¿quién quita?, tal vez hasta los nombraran para un cargo importante, de reyes o emperadores y sin sacrificarse como Jorge, el forastero, al que temían porque siempre los veía como eran y, aunque no decía casi nada, dizque la buena semilla hay que saberla sacrificar, dizque no tiraba sus perlas a los cerdos, pues hablaba al verdadero ser que se escondía en costumbres, ritos, rutinas, solo a ese tal morando en las sombras, sin presionarlo nunca y dejando que decidiera su destino, en medio de la ignorancia y sueños absurdos.
Tenían que salir todos, a las 10 y ½  de la noche cerraban la sala de velación y hasta el otro día, bañados, perfumados, vestidos con sus mejores galas funerarias, se volverían a ver y a seguir con el ridículo papel del que no mata una mosca pero quisiera tener cómo, como si se merecieran ese dudoso honor y se los estuvieran demorando; ¿Jorge?, él había logrado que grandes líderes, jefes muy importantes a nivel internacional escucharan sus palabras y las discutieran, poniéndose a hacer camino con los resultados, incluso se decía que había mucha gente a la que manejaba con el meñique de la mano izquierda, a pesar del pensamiento que había desarrollado de servicio, fraternidad y justicia, sí, lo escuchaban y seguían su camino pero por confiar en su sabiduría, bondad y espíritu de sacrificio, nunca que hubiera echado un cuento y los manipulara y violentara. Eso era lo que no pensaban, en sus calidades de amigo del amigo y buen compañero, pensaban no más en quitarle un tinto y tomarse el sobrado, invitarlo a la esquina a fumarse un cigarrillo, decirle lo felices que eran y confiar que los mirara grandiosos, para ser admirados por los demás y acatados, además había la posibilidad que alguno se enojara con Jorge, y quisiera explicar las cosas a su modo violentando toda razón, ¿qué tal que así la gente cayera a los pies de uno y no pudieran resistir más sus caprichos y pequeñez?.
Por ejemplo, uno de los amigos de juventud, uno que también participaba de las honras fúnebres, rezos, tinto y charla con los que se pudiera, había pensado que era su oportunidad gloriosa, tal vez nunca más, en lo que le quedaba de existencia, podría obtener la admiración y el respeto de la gente del pueblo, de tal manera que lo compararan con los grandes y le permitieran vivir así; entonces se dijo que tenía que hacer algo para aprovecharse, algo que nadie más iba a hacer y fue que al día siguiente, cuando se encontraron de nuevo, lo invitó a almorzar, el entierro sería por la tarde y ya estaría consagrado como algo único, algo tan especial que no tendría sombra, incluso los líderes del país y los grandes del extranjero lo sabrían y se acercarían a escucharlo, pero no los miraría, seguiría como si nada demostrando su autoridad e importancia.
Jorge no podía, estaba en la casa de la finada, su mamá, y allí vivían la hermana, Isabela, y 2 de sus hijos, la mayor estaba lejos trabajando, además Pepe estaba de paso unos días, eso decía hace tiempo por no irse a llevar del bulto4 a cualquier parte, donde no lo conociera nadie para no tener que explicar nada y pasar la vergüenza de reconocer su fracaso; entonces Jorge le dijo a Tití, apodo del amigo que realmente llamaba Eduardo, que le gustaría mucho pero que tenía que estar en la casa, por si acaso lo llegaban a necesitar para algo, que mejor en otra ocasión. ¡Qué amigo tan comprensivo!, ¡qué amigo tan realista!, si era lo que había que hacer no había ningún problema, en otra ocasión sería; pero por dentro iba la procesión, él no se iba a dejar que lo despreciaran, a él tenían que admirarlo y la mejor ocasión era durante el velorio por la mañana, saldrían a almorzar temprano, lo demoraría lo más posible y llegarían justo cuando estuvieran iniciando los últimos rezos antes de salir para la iglesia.

       -          (¿Qué pasó hermano, por qué la demora?, íbamos a empezar sin usted- sería todo dicho delante de la gente más elegante y perfumada y le preguntarían al maldito Tití- ¿nos honra acompañándonos a la oración y después a la misa?)- ¡Ah, qué vida la que se daría!, con solo hablar se daría el gusto que fuera- soñaba y pensaba el tal Tití).

Jorge supo esto y miró de frente sin darle importancia, le habló al hipócrita y calló, solo ese camino y los demás tuvieron que seguir con tal rutina, sin poderse salir de sus papeles y sueños de codicia y ambición; Jorge tuvo cuidado pero no se preocupó, sabía lo que era eso para ellos, no solo Tití, tener que mirar de frente y no tener más que su farsa, ¿qué hacer para enfrentarlo y obligarlo a entregar su peso y talla descomunales?, aún no habían comprendido lo absurdo de su sueño, y nunca lo comprenderían, porque tenían que renunciar a la comodidad, ausencia de sacrificio y conformismo, lo que era imposible, estaba en su naturaleza mediocre en todos los aspectos de la vida. Entonces Tití tomó una decisión radical, lo mataría cuando fueran a entrar a la iglesia, allí acabaría con su vida del montón y sería famoso, todos lo aplaudirían y dirían de él lo que decían de Jorge, ¿cómo sería esto?, pues no lo pensó más solo lo decidió y hasta ahí llegó su coraje pues no se atrevió a dar la cara, no pudo ni siquiera intentarlo y pasó al olvido, mezclándose con los demás en la puerta de la iglesia y despidiéndose de Jorge. Desde ese momento no volvieron a charlar si no una vez, en otra ida de Jorge al pueblo, en que ya se había olvidado el entierro y lo del almuerzo, no lo volvieron a mencionar, pero Jorge siguió mirando las cosas de frente sin dejar de ver hipocresía, envidia y maldad, siguió con su sacrificio, lejos de la gente que no había respetado ni siquiera el cadáver de su mamá y su último adiós.  
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       1-      Usted verá: Usted piense y decida
       2-      Tinto: Bebida hecha con café y agua.
       3-      Tomar el sobradito (o comer): Señal de afecto y cariño, incluso de coquetería.
       4-      Llevar del bulto: Pasarla mal, tener dificultades, aguantar hambre y desamparo.





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