Al tiempo del amor, al momento en que los enamorados se dicen sus
secretos, lo llaman fiesta y hacen muchas cosas, a veces sin sentido, de lo
meramente aparentes que son, dizque porque quieren probar las mieles del amor;
y a nadie le importa, ni a los locos que se ponen a molestar con esas cosas,
pero es bueno hacer diferencia con los que simplemente aman sin importar
amarguras ni pesares, que mueven pies y cuerpo pero no según unos pasos predeterminados,
solo laten con su amor, sin importar que tal vez no haya un mañana, ni una
esperanza, a veces ni un adiós.
Sucedió en una fiesta pero todos lo ignoraron, era mucho el amor para
que lo supieran con palabras o de cualquier manera, mientras nos amábamos,
rodeados de música, palabras suaves y algún recuerdo amargo; solo bailamos con
alegría no más nuestra, mientras surgían palabras secretas que olvidamos, y lo
que vieron fue un castillo de cristal en que encerrados inventamos nuestro
poema, solo viviendo el momento, que el mañana llega si luchamos con la
esperanza que dolía porque no nos detuvimos a pensarlo.
Nuestros pasos nos llevaron a muchas partes, es lo que recuerdo mientras
evoco la felicidad que retengo aunque duela; en calles solitarias, en playas
pletóricas de estrellas, alimentando las palomas del parque, las que sí
entendieron y lamentaron que nuestros caminos eran distintos, pero ¿serían
otros los que después les confesarían sus secretos?, tal vez nosotros no
volveríamos y olvidarían nuestra fugaz historia.
Y fueron muchas guerras, no les cuento nada ahora para no asustarlos, mejor
olvidar hieles de muerte, pedirle a las olas, tal vez a una gaviota y a las
estrellas, que guarden en secreto el dolor de amores que conservo, nada logró
arrancar tan gran amargura, ¿en qué estrella está mi cielo?, dónde podré decir
que las huellas que me acompañan en la arena
no son mi secreto sueño?, ¿tal vez sin saberlo ya estaba muerto y quería
volver a una fiesta que no fuera amarga olvidando la playa en una casita
rodeada de verdor y flores?
Creo que mejor me quedo tranquilo, viendo cómo se van los días, vacíos,
estériles, sin sentido, sin las mieles que fueron mi vida; en otra vida, con
otra gente que tampoco entienda lo que es el baile de dos enamorados, nacerán
los poemas que no mueren y que gente desconocida cantará por mí; si encuentro
de nuevo la feliz fiesta, y bailando descubro que nadie entiende lo que hay de
amargo en cada nota y movimiento, tal vez porque en los dos amantes se ve una cortesana
y cordial sonrisa, me iré tranquilo por la arena contando un secreto, uno nuevo
y distinto a todo lo vivido, y mirando las huellas que en mi sueño supe reales,
que busqué sin dudas porque sé que amando aún vivimos a pesar de tanta muerte y
dolor.
Y olvidaré la guerra cuando descubra que hay rastros de un niño
acompañándonos, que un dolor nuevo me surge del pecho con otro poema, que
siempre una oración al cielo elevaré porque la muerte estoy venciendo y ella
insiste, no acepta que alguien escape, alguien que desdeñoso ni siquiera la
despide; será mejor que le cuente una historia como las que aprendí de niño,
tal vez Caperucita Roja, el Gato con botas o Pulgarcito, cualquiera con que
pueda reír mientras entiende el valor de las palabras, tal vez en una fiesta
donde nadie entiende ni la música o el baile, pretendiendo que la guerra no
existe.
Algún día veré, como siempre quise, que la vida es resistente, aunque
sea con otra guerra de mis hijos, quiero muchos y que amen, para que sepan
todos el coraje de amar y vivir, que nadie me dirá amarguras y saldrá ileso de
su temeraria sombra; aquí la luz temeroso y firme enciendo, no me detendrán
cuando vean que los derroto con mi canto y griten, tal vez la amargura sea
compañera, como una lámpara que muestra caminos rodeados de cadáveres, pero soy valiente y al amor acepto sin ningún
lamento, aunque me inspire otro poema como este, al que no quieran porque digo
dolor y a la esperanza perdida, en una playa casi olvidada con las huellas de
dos.
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