Fue una
noche en el bosque en que los papás de José se habían ido a su mundo, negocios
y relaciones sociales, sin decirle más que lo lamentaban, dejando la idea de
que era muy importante para todos lo que hacían, que lo tenían que hacer, sin
remilgos, y que los sueños del niño, José, podían esperar; ¿los amigos dónde están?, si
hubiera podido encontrarse con Juan, el amigo más cercano, pero no, tal vez no pudo
salir, o estaría ocupado con su papá, que trabajaba en casa y por eso tenía
tiempo para hacer muchas cosas con él. Y en su escondite, en la casita que
estaba construyendo entre las ramas del árbol de mango, que su abuelito había
sembrado hace muchos años, iluminado por una lámpara de pilas y una luna
imponente y brillante, se puso a trabajar solo, colocando la segunda pared a su
casita, tenía que hacer esa parte del trabajo y después charlar y jugar con sus
amigos los murciélagos, que vivían por allí, tal vez ir a algún sitio como las
rocas en lo alto de la colina, a comer y jugar, a charlar y cantar, o al punto
donde los hilos de agua se encontraban, antes del saltico de agua, donde además
podían pescar cupicitos.
En estas
últimas vacaciones, los murciélagos habían sido casi sus únicos amigos, pasaban
todo el tiempo juntos, incluso de noche, y no lo sabía nadie más que Juan, no se lo había dicho sino a él, que se
ponía nervioso y no estaba de acuerdo en estar rodeado de esos bichitos, si
acaso los trataba de lejos y con cuidado; ese podía ser otro motivo de que no
estuviera allí ayudándolo, pero era lo de menos, algún día terminaría y ojalá
Juan les cogiera gusto y aprendiera a convivir con ellos, y a verlos como
aliados, compañeros y amigos. Ya había aprendido a entenderles algunas cosas:
saludo, amigos, familia, comida, fruta, insecto, hábitat, árbol, agua, sol,
aire, escondite, temprano, tarde, todas las ideas elementales que necesitaba
para darse cuenta de muchas cosas, sin salir de su escondite, incluyendo
comienzo y final, vida y muerte, mirar,
correr, saltar, comer, dormir y descansar.
Lo único complicado, allí trabajando esa noche de luna
llena, era resistir las ganas de ir a sentarse con ellos en el prado debajo de
la cascada, a comer las frutas e insectos que recogían entre todos: había
aprendido viendo televisión, que la FAO recomienda comer insectos como una
forma de combatir el hambre, y que son particularmente importantes como
suplemento alimenticio para los niños desnutridos; les decía a sus amigos los
murciélagos, que había una gran organización dedicada a que la gente coma bien,
que enseñaba estas cosas mostrando casos de todo el mundo, y que él no quería
ser como esos niños que a veces mostraban en televisión, mero hueso y cuero, con
un plato vacío, llorando entre moscas.
Ese era su gran secreto, si decía que iba a comer con unos
amigos seguramente era con los murciélagos, pero no le hablaba a nadie de lo
que era el banquete porque le dirían que mejor lo olvide, que eso es en otros
países, donde la gente aguanta y se muere de hambre; pero él añadía salsa de
tomate y leche que traía de su casa, y eran como una tribu bulliciosa, como un
mundo feliz sin preocupaciones, que flota entre las ramas de los árboles, que
aprovecha el bosque y que echa a correr si hay uno más grande, fuerte o astuto,
con hambre y que se los quiera comer, por ejemplo un gato, aunque no gatos
domésticos pues estos no se alejaban mucho de las casas, había gatos monteses,
o coyotes, que podían ser problemáticos, entonces tenía que apurar su trabajo y
mantener los sentidos alerta, poniendo cuidado entre todos.
Y la luna estaba hermosa, parecía una fruta grande y
deliciosa al alcance de la mano, asomando entre las ramas, parecía que los
murciélagos se daban cuenta y lo entendían así, porque revoloteaban y hacían el
gesto de comer, con muy buenos modales, cuidado y ganas, es que eran unos
amiguitos muy inteligentes, que le aprendían cómo comportarse, en todo momento
y lugar, no solo esa noche de luna hechicera: ¡qué misterio profundo!, ¡qué
extrañeza y comienzo!, se sentía estar transportado, con bosque y todo lo que
este encerraba, a un mundo apenas por descubrir, todo en un momento de madurez
y penumbra diciendo que la realidad es otra, no la lejanía y la ausencia del
mundo de los demás humanos.
Así que José pensaba en pegar unas cuantas tablas, la tarea
del día, para irse de fiesta a cualquier lugar del bosque, lo hacía sin ayuda
de sus otros amigos, que estaban lejos y no sentían gusto ni afecto por sus
amigos voladores, a pesar de ser inofensivos y tan buenos; su papá sí le había
pagado a un arquitecto para que le hiciera la base de su casita en el árbol,
una plataforma de varios niveles, muy bien conectados, a la que no era sino
añadirle paredes, techos, puertas y ventanas, según un plan en que lo había
entrenado el mismo arquitecto, detalladamente si quería permiso para hacerlo;
pero no había otro humano con él pues además de ser muy agresivos con los
murciélagos, no eran serios ni ordenados en eso de seguir un plan con todos sus
detalles.
¿Cuántas horas llevaba Pepe, así le decía la gente,
trabajando, concentrado y contento, sin siquiera pensar en la fiesta?, ¿cuántas
horas en que todo quedaba fundado en el comienzo de los tiempos, con la magia
de la naturaleza y sus planes?, sabía que una pared era suficiente por esa
noche y, además, esa luna que los tenía hechizados había matado el tiempo, esa
luna de otro mundo diciendo buenas noches, cantando con todos los animales y
plantas del bosque, cambiando los ritmos y la maravilla de la naturaleza, ¿será
que todo se renovaba, que todo era un comienzo en esa noche y ese era el
misterio?; lo cierto es que la gente parecía, a lo lejos, barro, carne y huesos
sin alma, sin conciencia, ir por ahí moviendo cosas y dejando que unos pocos
las marquen con su nombre, tal vez repitan su cantidad pero a duras penas, no todos, piensan en silencio y se preguntan
esto:
-
¿Será posible que esté perdiendo la vida y el camino y tenga
familia, ilusiones y una farsa con la muerte, que no me hace feliz?, si no
sacian los placeres y alegrías materiales, no es lo que quiero pero quiero que
ese sea mi todo- y no confiesan confusión ni angustia, agazapados esperan su
próxima oportunidad de lucro y luego otro momento para liberación del instinto,
con moderación o sin ella.
Cantan buhos, cantan ranas, ardillas, conejos y venados
corriendo, chillan alegres y activos micos, llegan grillos, gusanos,
escarabajos y lagartijas, gavilanes y halcones por los aires, ¿las serpientes?,
acechando como si no las vieran ni supieran, y las babillas en el agua
chapotean sin malicia, pescan y dejan para ellas del bosque, al que puedan,
¡ah, las luciérnagas! y nocturnas mariposas, que sus vecinos no desprecian, tal
vez sean palomas las que hablan, tal vez a veces los gatos del monte y algún
perro de monte, o los osos de anteojos, ¿pero la gente qué hacía, dónde su
familia, lugar y sueños?. José seguía su trabajo, confiado, en esa noche tan
especial, pensando solo su afán y que tendría fiesta con sus amigos cerca de la
cascada, allí donde se unía el agua cantarina de muchas partes, aquella voz
amiga de todos, que decía que la vida tiene voces que se entienden, si uno se
acerca y pone cuidado, tal vez algún secreto haya, que nos eleva y nos da la
visión y fuerza de los dioses creadores, tal vez allí se queden algunos y
sobrevivan a la destrucción, que gente con la ilusión de ser importante está dirigiendo
y no ocultando, solo negando con regalos y consejos tibios que nada arreglan.
-
Hecho está, ni una puntilla más, ni una tabla, nada de nada,
¡qué vengan los vigías que están en el camino del agua, a presentar su informe!,
tenemos reunión y los quiero a todos para ultimar los detalles que faltan- ya
el revuelo de todos, ya despreocupados se dedican a la fiesta del bosque,
incluso los que sirven de comida, gusanos, lagartijas, pajaritos y palomas.
Todos hablan, tienen ideas y miran a José, su faro, gran
señor y fuerza protectora, él es como las fuerzas del bosque que se renueva, él
no destruye sino que busca equilibrio y a la vida respeta; allí están los que
permiten la historia, si todos fueran destrucción y crimen tendrían, a lo sumo,
un lujoso mausoleo, las más bellas piedras y metales pero después el olvido,
bellas palabras y luego el silencio de la muerte, el chirrido de los elementos,
liberados de las cadenas del pensamiento codicioso, de hegemonías idolátricas y
de los gustos del instinto sin la razón. Ahora llegan los murciélagos
cazadores, los recolectores de frutos y semillas, los ágiles micos que curiosos aportan
experiencia, todo se volvió atención e interés en el bosque, si hay que esperar
una señal para comida y canto pues así será, como José es amigo, realmente
inteligente, se confían y dejan que su razón y experiencia los lleve al
milagro, que descubren con la lucha de todos, y que él les va mostrando; si
fuera preciso calcular y repartir cuánta comida necesitan las familias en la
fiesta, que José se encargue y diga lo que se hace, si llegó la hora de jugar
entre los árboles o en el agua, si cantando en armonía se animan y quieren ir
hasta la luna, el mismo José dirá el momento y modo, si alguno en su idioma,
que es el del bosque y todos comprenden, quiere contar sus correrías de la
tarde, algún hecho portentoso, cualquier detalle placentero, pues José decide
el momento y todos, respetuosamente, ponen
cuidado.
Están en movimiento libre, a la orilla del agua van llegando
con su comida, la que recolectaron, incluso las babillas entendieron y
decidieron participar pescando, pero ¿los gatos, los coyotes y los osos, los
gavilanes y los halcones, las palomas qué?, ellos dijeron, como la luna que invadía
todo con su luz, como el agua que
para siempre está presente, mostrando con sus rumores algo más que la luna,
ellos dijeron que si José no estaba en la batalla, ellos tampoco lo estarían, y
hablaron con todos, cantaron, ayudaron en el orden, escucharon la voluntad del
niño y les gustó, les pareció que era un misterio como la luna, el agua y todos
los animales reunidos, y que todos formaban el misterio; ¿cómo renunciar al
orden y armonía, a la voluntad de José, a la luz del faro sin ser vistos como
enemigos del bosque y de la vida?, pues ellos no entendían muy bien cómo era la
cosa, pero estaban decididos a ver y oír, a escudriñar y entender todos los
misterios y el misterio que eran todos, querían la luz anidando en sus mentes y
corazones, serían depredadores y temidos pero no brutos, al menos no tanto como
esos cuya huella conocían y que sabían destructores y agresores de la vida, agresores
de los presentes en la fiesta y de su misma especie, y que mentían con una
sonrisa y ofreciendo engordarlos a todos si colaboran y son obedientes, una
fiesta de vida como esa noche en el bosque sería guerra.
Hubo mucho juego, hubo risas, los animales también ríen y se
divierten aunque no parezca, se cantó con un director musical que parecía un
duende milagroso, y no de otro mundo como dicen los bárbaros, porque todos eran
y estaban en el mismo mundo con la vida, comieron y bebieron moderadamente, sin
mostrar apetitos preocupantes que espanten a los otros, sin decir que
necesitaban más cuando los otros no habían comido, las carreras, saltos,
escondites y atención silenciosa abundaron, si ponían cuidado todos gozarían, y
siempre se pensó ¿será un sueño, será realidad, cómo es posible que solo la
vida importe habiendo tanta muerte?; y llegó el cansancio, llegó la hora en que
cada cual se fuera por su lado e hiciera la vida que pudiera, pero los
murciélagos y los micos se quedaron al lado de José, que cayó rendido al lado
del agua y dormía, suave y dulcemente arrullado por la vida, misteriosamente
acompañado por la luna hechicera, con sus amigos los murciélagos y micos
haciendo guardia por él y avisando a cualquier intruso que el niño necesitaba
dormir, aún no tenía su casita y por eso lo hacía en el prado.
José llegó a un claro circular en el bosque, allí la luna se
veía redonda, grande y bella en el medio, pareciendo que lo esperara, todo muy
tranquilo y todo llevaba a contemplarla y hablarle amorosamente, si siguiera su
camino mínimo parecería descortés, una dama de tal belleza tiene que ser
saludada y dejar la prisa para seguir de largo, pero José no podía, se disculpó
y avanzó, en algún lugar del bosque, adelante, encontraría la voz de su
conciencia, su luz y sabiduría, sabría
cuál era el misterio que había estado observando, dónde el milagro y la
salvación, sabría que hay un maestro para cada cual y que no podía distraerse,
observando la belleza de la naturaleza, el hechizo que ejerce sobre uno es a
veces tan poderoso, que perdemos el camino sin poder liberarnos del deleite que
obtenemos con las cosas; pensando en esto vió que delante de él había un
sendero estrecho, clarísimo pero apenas cabía una persona, solo él lo podía
recorrer, si se encontrara con alguien, alguno de los dos tendría que hacerse a
un lado o ambos, con tal que no estuvieran al borde de las rocas y no pudieran
pasar sino de uno en uno. Así fue avanzando, tranquilo y seguro, ni quiso coger
las moritas que a veces encontraba y le gustaban tanto, ni tomar un poco de
agua, que el camino era largo y la sed surgía, solo miraba el camino confiando
llegar a donde quería, la eterna cuestión que se plantea el hombre y debe
resolver antes de dedicarse a otras cosas: “¿Quién soy, de dónde vengo y para
dónde voy, qué estoy haciendo y qué debería hacer?”, esto fue lo que entendió
que buscaba al ir avanzando, pero al comienzo del camino, después de despedirse
de sus amigos los animales, creyó buscar la luz, adquirir conciencia, ser
sabio, vivir en armonía, cultivar la vida, defenderla y sonreírle sin amargura
en ningún caso.
El niño recordaba cómo se le había enseñado a ser bueno, que
había que serlo sin esperar recompensa y que eso no es lo mismo que ser bobo,
recordaba que lo correcto era trabajar y respetar a los demás y sus derechos,
se le había dicho siempre que fuera generoso sin perder el tiempo con
discusiones, que primero viera, oyera y entendiera antes de hablar y escoger,
pero nunca había recorrido este camino que ahora recorría, cada vez más largo y
oscuro, desconocido y solitario, ya estaba preocupado, se sentía nervioso pero
decidido a llegar al final; y en algún momento no vió nada, había desaparecido
el mundo entero, las sensaciones, emociones y pensamientos, todo parecía una
sombra, dura como las rocas con que antes había tropezado, hasta su existencia que
un rato antes, en medio de la fiesta, parecía tan real ahora parecía dudosa, ni
luna, ni estrellas, ni plantas, ni animales, lo que era muy terrible, estaba en
lo más profundo de la sombra y cerró los ojos, y, ¡oh, sorpresa!, ocurrió un
milagro, vió la luz más brillante, pura, bella y maravillosa que se pudiera
decir, no podría decir sino esto para describirla pues para conocerla había que
experimentarla, se supo inmortal, humano sí pero con un alma maravillosa y
sonrió como los dioses, tranquilo, sereno y completamente indiferente ante la
muerte misma, o cualquier peligro que pudiera surgir, por grande y desconocido
que fuera, no importaba sino la luz y su alma inmortal aunque la carne fuera
débil, aunque tuviera que descansar y alimentarse.
Pensó en sus amigos y
vecinos, los había dejado hace mucho, muy atrás en su camino, recordó el dulce
amor que se tenían todos entre sí, tal vez no se hubieran ido y corrió, para
encontrarlos muy cerca de inmediato, estaban mirando su sonrisa, pensativos y
admirados, ese era su amigo, pero parecía un ser venido a este mundo desde
lejanas tierras y que se quedaba con ellos, allí en el prado donde se
encontraban los lechos de agua, antes de la cascadita y cerca de su casita del
árbol, allí estaba rodeado por todos sus alumnos cuando despertó, ¿o sería
mejor decir cuando regresó de las profundidades de la vida y del milagro, a
este mundo rodeado de peligros, de sombras y de muerte?. José los miró
dulcemente, con todo su cariño, los murciélagos y micos, cerca alguna babilla,
alcanzó a oír alguno de los gatos, tal vez un oso, ¡qué lindas las
luciérnagas!, vió los conejitos que tanto mimaba, y el arrullo de las palomas
lo complació mucho, vió todo en un instante y habló, lo primero que decía de
regreso en su anterior mundo:
-
Los quiero mucho a todos, ahora tenemos que ver cómo nos
cuidamos y logramos que haya más gente con nosotros, tal vez recuerden a Juan y
mis otros amigos, alguno de ellos habrá que nos acompañe- José pensativo y
mirando directo dijo más-, si nos descuidamos, o nos dejan sin comida o nos
venden o acaban nuestro hogar, y que conste que ellos saben lo que están
haciendo con su codicia, cómo destruyen y matan, cómo se acercan al abismo sin
retorno, a las sombras y la muerte- José tomó un poco de agua, se remojó la
cabeza y se marchó, siguió adelante su camino buscando qué hacer por la vida,
siguiendo el estrecho camino que había seguido para encontrarla.
Cuando José llegó a su casa del árbol por sus cosas, ya era
casi madrugada, entrevió por entre las ramas del mango la primera claridad del
día, una alborada más para los otros, para él solo el comienzo de la vida
superior, lo que le habían enseñado sus padres en su hogar había sido solo
preparación; y ¡oh, sorpresa!, tenía que prepararse para el encuentro con ellos,
tenían que estar preocupados pues en su celular encontró el aviso de veinte
llamadas perdidas, ¿acaso no sospecharon que estaba en el bosque, en su casita
con los amigos?, ¿qué los detenía si lo habían entendido? y ¿qué les iba a
decir?, esto último era fácil de resolver, les diría solo la verdad, de la
mejor manera, tal vez en un tiempo terminaría de decirlo, había que esperar que
entendieran y asimilaran la realidad de tener a un ser que se decidía por la
vida, a un ser superior, incluso tal vez se sintieran felices y lo apoyaran, si
no fuera así no importaría pero tenía que tener mucho cuidado, aunque fuera no
más para no perder el tiempo, hablando sin necesidad de cosas que no interesan,
a pesar que seguramente han recibido noticia de hechos como ese.
Ahora recordaba cómo habían comentado, sus padres, su vieja
relación con los jipis1, por qué les había gustado su interés en la
naturaleza y su rechazo a una sociedad que los catalogaba y definía por su
posibilidad de consumo, si no se habían metido a su mundo, a veces artificial
por las drogas, no dejaban de entender y aceptar su búsqueda de las ideas
orientales, las que tanto habían decidido la historia humana buscando formas
superiores, la vida superior y la divinidad. Así que caminaba confiando que entendieran,
tal vez eso explicaba las muchas llamadas perdidas y que no lo habían buscado,
¡era tan fácil suponer dónde estaba! que seguramente había una razón como esa,
lo dejaban vivir su vida, buscar su camino confiando en su responsabilidad y
juicio, si lo querían libre y autónomo lo habían logrado, no sabían en qué grado
y manera, claro que sonreía, claro que se sentía casi volando, por el aire como
los murciélagos que ya no se separarían de su lado, siempre atentos y solícitos,
en cualquier parte en que estuvieran se buscarían y se encontrarían ayudándose
y apoyándose, hermanos para siempre, solo por ser vivientes y amar la vida, sin
otra ideología o sistema, mucho menos técnica o método.
Alguien parece estar en el jardín, tiene los ojos cerrados,
¿será que duerme, que sueña con el cielo y su gloria?, pero si es su mamita
linda, tan ocupada como mantiene y no pudo irse a dormir sin su niño, su
tesoro, su razón de ser en la vida, ¿y su papito dónde andará?, en algún lugar
cercano tiene que estar, siempre ha dicho, y él le cree, que no es capaz de
vivir sin su Amparo, así se llama su mamita y su papito se llama Rafael; tiene
pasos de gato, tiene el sigilo de una serpiente, tiene la mirada de un halcón y
se acerca silencioso, amoroso y feliz, diciendo con un susurro:
-
Mamita linda, ¿qué haces en el jardín a esta hora?, ¿será
que me demoré mucho y te quedaste dormida esperándome?-solo eso fue suficiente
para que, abriendo los ojos, el rostro de su mamita se iluminara y dijera,
haciéndose la que dormitaba y hablaba en sueños:
-
¿No estaré ya muerta, en el cielo, con un angelito a mi lado
que me quiere llevar ante el Juez Supremo, el Misericordioso?, tal vez mi niño
lindo desde la tierra oró por mí y hoy tengo esta dicha- dice doña Amparo con
mimo y estirando los brazos-, dime niño lindo, ¿estoy en el cielo o es mi más
dulce sueño?
Estas palabras tan sencillas bastaron para que no hubiera
reclamos ni reproches, por ningún abandono, por cualquier lejanía, si iban por
distintos caminos es que querían lo mismo, la vida en familia, el semillero de
milagros que cuida el amor, y se miraron como si descubrieran a alguien que
nunca habían visto, surgiendo desde el fondo, allí donde uno es uno mismo y
nadie más, sin artificios, sin ideas ajenas, solo un camino hacia la luz. Rafael
se acerca con una bandeja, silencioso y ágilmente, la deposita en un muro y
saca su videocámara para grabarlos, es que un momento así es único y especial,
es que tal vez no le crean cuando hable que los ángeles existen y los visitan
diariamente, es que ahora si vió y sabe cuál es el tesoro que debe buscar, lo
único que en el fondo ha querido siempre.
1jipi.
Adaptación gráfica propuesta para la
voz inglesa hippy o hippie, que se aplica, como adjetivo, al movimiento
contracultural juvenil surgido en los Estados Unidos de América en los años
sesenta del siglo xx. Se usa sobre todo, como sustantivo común en cuanto al
género, para designar a la persona que sigue dicho movimiento o que adopta
alguna de sus características o actitudes. Como adjetivo significa también ‘del
movimiento jipi o de los jipis’. Existe asimismo el derivado jipismo (‘actitud
vital o estilo de vida de los jipis’).
Diccionario panhispánico de dudas
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