domingo, 12 de enero de 2014

EL RESBALÓN DE UN IDOLITO



(Foto de Gabriel Figueroa, considerado paisajista del Séptimo Arte nacional de Méjico)

Somos lo que parecemos aunque no siempre lo entendemos, alguna ilusión, el aprendizaje, le dicen estupidez, ignorancia, enajenación; somos como una obra de teatro que a veces se representa a través de mecanismos de adaptación equivocados, no importa que tengamos disciplinas culturales aceptadas y así entendamos lo que no deberíamos entender, o nos acerquemos al conocimiento de la realidad y seamos exitosos. ¿Pero estaremos lejos de tener la idea adecuada?, a veces la palabra que recibimos parece estar conectada a la vida, no a la costumbre, y así creemos que tenemos el mundo delante nuestro para construirlo siempre nuevo, no una copia que se ciñe al modelo de nuestra escuela, sea la que sea, o paquete hecho de retazos y copias sin conexión.
Por eso los que viven sin conexión a algo previamente definido solo observan y piensan, y cuando se expresan no son aceptados, allá ellos si insisten o callan en medio de la rutina, solo avanzando en medio de las sombras y lo que no se entiende. Por ejemplo, el señor José Alfredo Quintero Villa no tenía mucho que decir, es lo que decían, y se hablaba de él, claro que entre charlas y comentarios sobre su humilde familia, sus nunca olvidados éxitos académicos, ya que con ellos comía haciendo un trabajo de rutina y ascensos, además de los muchos acontecimientos de la comunidad en que participaba, como todos y dejando siempre un poco de espacio para los demás, que tuvieran la ilusión de competir, de ser algo en la vida y despedirse sonrientes con el último aliento.
José Alfredo Quintero Villa no era un desconocido cualquiera, siempre se le mencionaba y reconocía incluso con afecto, siempre tan cortés, tan gentil cediendo el paso a las mujeres, a los ancianos, a los niños, a los jefes, etc., siempre con una sugerencia académicamente perfecta para que todos en la comunidad tuvieran un mejor vivir; aunque ese podía ser un defecto, vivía el aquí y el ahora lo mejor posible, sin idear excusas para hacerlo después o delegarlo, tenía que ser ya mismo, siquiera poner la primera piedra de ese mundo superior, así que no se podía discutir con él sobre lo bien que están las cosas, siempre hay algo que cambiar, siempre algo que mejorar, pero tan callado él, tan políticamente fácil y llevadero, es que no se le podía sugerir que se metiera en la pelea, que luchara, si él quería estar tranquilo cuidando su familia, criando sus tres hijos, mejor lo olvidaba y que se frieguen todos, dizque no servía para eso y que alguien resultaría con la suficiente ambición, un prestigio aunque fuera prestado, él mismo lo haría, y sobre todo los recursos necesarios, o capacidad de conseguirlos, para un proyecto, un plan, un programa y una forma de vida.

Hay que trabajar por todos y que cada cual se encargue de sus asuntos, no el estado paternalista que tanto daño hacía embruteciendo y llenándole la barriga a todos; así decía de la vida en comunidad, no esperando otra cosa que hacerse entender, tenía mucho que hacer preocupado con sus asuntos personales. Esto me llamó la atención, cuando la gente gritaba: “ !Queremos pan y circo!”, no solo se burlaba de la estupidez, sino que decía estar con los que ven más allá de los placeres mundanos y la vida fácil, cómoda, sin retos del que todo lo tiene, más allá del efímero momento de una mesa y una cama bien atendidas, dulces y mediocres. ¿Cómo dice que son las cosas?, esto no lo dice alguien común, y fue por esto que me fijé en sus pasos, en sus asuntos aunque muy discretamente, en el efecto real de sus palabras, en los resultados prácticos, y fue así que entendí y me enteré de lo que estaba pasando, en cierta ocasión en que se complicaron las cosas, ¿cómo siempre, diría don José Alfredo Quintero Villa?, sí, fue lo que dijo y lo que supimos, aunque no todos entendimos, así fueron marcando a la gente y quedaron para el olvido.
Esta es la hora en que todos pensamos superarnos, esta es la hora de la reflexión y el esfuerzo, aquí estamos participando del jolgorio y la francachela, con el cuento de que a todos nos incumbe la gloria del petardo pueblerino, el señorito de todas las nobles causas y grandes hechos colectivos, ¡qué gran embeleco!, decepción y amargura para débiles e ingenuos. El tal bichito ese, tenía por nombre Gonzalo, entre amigos Gonzalito, vió a José Alfredo tomándose una cerveza con su esposa e hijos, y dijo burlonamente a sus áulicos: “Vean a este bobo dando papaya1, se me ocurre que nos vamos a divertir comiendo marrano2, un gallina así no es capaz de negarnos el gusto de arrodillarse y mirarnos agradecido”; así las cosas, ardientes de ambición los corazones, mentes sombrías de evasión y modorra, José Alfredo no logró salirse con una de las suyas, no había cómo esquivar ebriedad, sinrazón y demencia, y los puso en su sitio, lo hizo de una manera que no se le conocía, no sabían que aquel al que despreciaban tenía dignidad y coraje para mandarlos a freír espárragos. Pero algo pasó, tal vez por vanidad al verse despreciados y temer por su imagen, o sería que pensaron en otra ocasión para darle en la cabeza3, incluso pudo ser estrategia y tradición familiar, y se fueron como si los estuvieran entreteniendo con cosas ajenas y estorbando, algo así como la desgracia ante sus ojos y ahora no tuvieran tiempo, casi pidiendo auxilio al sacar fajos de billetes y brindando mucho licor y comida: “Comamos y bebamos que mañana moriremos; ¡ja, ja, ja, qué viva la fiesta!, que los amargados no molesten con sus cismatiquerías y remilgos; a esos que sobran les llega la hora, ya verán que sí”.
Y eso tan frívolo y baladí fue pólvora con mecha, no por disciplina sino por las cadenas y atavismos, algún temor recóndito e inconfesado, alguna duda sobre mesa y cama, tal vez complicidades interesadas y secretas, pero todo el mundo lo supo al calor de la fiesta, todos se burlaban de José Alfredo Quintero Villa y su familia; aunque hubo quién, en ciertos casos más temeroso que solidario, se quedó al margen porque había tomado muy en serio eso de ir esquivando problemas, hubo quien se fijara en lo aparente que es la gente mundana, siempre con una jugada prevista y unos éxitos hechos con polvo, sus apetitos y secretos deseos, lo animal contra lo racional a la vista. Se habló de la felicidad, lo efímero de la vida, la amistad verdadera y se burlaron de alguien que los miró tranquilo como a marcianos, y José Alfredo decía: “Ya no hay solución para ellos, se han entregado sin duda al delirio y la sinrazón, están hechos de un soplo de las sombras, si hasta parecen Gonzalitos; su misma sonrisa, sus gestos, su carreta barata4, todo en una sola apuesta: el loco repartiendo billete para trago y comida”.
Ya al día siguiente, en medio del guayabo5, se ven las cosas distinto, pero seguían en la misma rutina pues el relajo era esencial en su mundito y costumbres; y no se repensó el chistecito ese de darle sobrados a José Alfredo Quintero Villa, fue elaboración continua el nuevo pensamiento chacotero, sin darse cuenta que habían renunciado a la dignidad dejándose influir por Gonzalito, arrastrados en su porquería no percibieron el cambio. José Alfredo Quintero Villa no dijo más que una cosa, dijo suficiente para que tuvieran qué mascar el resto de sus días: “Si son así las cosas, que toman otro camino sin entenderlo siquiera, no tenemos qué hablar ni decirnos; yo creí que eran distintos, y lo eran, pero ya nada será lo mismo”. Esto que digo es cierto: José Alfredo tenía la firme decisión de no dejar morir su luz, ser fiel a sus principios, allá ellos si ponían cuidado y tomaban camino con él, no sería de otra manera. Yo desde antes había atisbado la clase de persona que podría ser José Alfredo Quintero Villa, pero no había pensado más que un esbozo de su natural y persona, ¿podría resistir las brumas, los vahos, las insinuaciones del mal, que todo homogeniza por lo bajo, solo lo animal como norma?; los hechos eran definitivos y me rendí ante la evidencia, José Alfredo Quintero Villa era un gran hombre, había que tenerlo en cuenta para cualquier decisión, cualquier cosa que pasará tenía que tener su firma y sello.

No voy a hablar sobre las muchas cosas que pasaron, José Alfredo Quintero Villa pensaba y decía, más que todo funcionaba distinto y la gente iba aprendiendo; su historia así es extensa y vale la pena pero quiero ahora contar una sola cosa. Un pueblo sin una frontera pura se marchita, ya no produce nada valioso, se oyen en esos casos otras voces, hay huellas ajenas y lejanas, los amigos lo son de un forastero y es mejor seguir de largo, que necesariamente se detienen en una forma, sonrisa y gesto muertos, secos aún en el diluvio. Le preguntan los Gonzalitos a José Alfredo Quintero Villa si quiere ser amigo; en medio de apetitos inconfesados, mentiras y su gran resaca comprenden lo que están perdiendo. Se acercan, dicen que cómo le fue en la fiesta, que si se fue a dormir con las gallinas6, que si por casualidad está bravo, etc., dicen y dicen lo mucho que gozaron, no se les puede hablar, por tan chicaneros7 que son con su suerte, dicen que ellos son muy avispados, no como cierta gente…, no como algún emproblemado por ahí cerquita que no quiero mencionar, decían, todo como insinuando que son de la rosca8, que a ellos no se les desprecia y todas esas cosas, preguntan por algo que nunca quisieron entender y siguen con su cháchara loca, consumiéndose por el frenesí irracional del que se arrastra en su afán de gloria, que insiste en su valía contra toda evidencia, y lloran por dentro angustiados y pesarosos, lamentan e insisten.
Una idea se les quedó como una chispita o como un fósforo ardiendo, no olvidarán las frases que astutamente les soltó, les lanzó como flechas al alma, allí hieren y dañan al hereje, al terco en su necedad; hay incluso un compendio que repiten en momentos de preocupación, tal vez a solas, incluso con amigos tomando unos tragos: “Yo no estoy hablando de pelea”, “cualquiera sabe lo que es un insulto”, “yo no he dicho nada”, “eso no es ser amigo”, “los animales son irracionales”, “la mentira es anticientífica y no hace sabios”, “somos distintos y son distintos los caminos”, “cualquier variación en la decisión cambia el resultado”, “un cerdo gruñe, un perro ladra, un león ruge, un toro muge”, “cada animal tiene su palabra y mensaje”.
Así las cosas, cada cual en su mundo buscaba lo suyo: José Alfredo Quintero Villa labrando un luminoso porvenir, los Gonzalitos buscando siempre lo que no se les había perdido9, muchos marcados por la codicia, la gula, la lujuria, etc., ya en el reino de las sombras, y los que decían pensar mejor las cosas, siempre atentos y con la ilusión del mundo superior. No sobra recordar lo que esto significa: forcejeo entre los hipócritas y la luz, confusión y una idea continua de cambio, muchos gritos y amenazas del crimen con cualquier pretexto, mientras la gente honrada y trabajadora se esmera en ser la llama siempre amenazada, la luz que no se apaga, el sacrificio y los dueños del mundo.
Y así quedó la cosa, unos viviendo de apariencias, otros, según la realidad, en pos de la luz o pensando qué hacer con su vida; unos hablando sin entender la realidad, solo su ilusión animal, mientras los otros, pensando según la circunstancia o necesidades estructurales, con sueños, voluntad y conciencia práctica, se iban hacia la frontera que inició José Alfredo Quintero Villa, la ampliaban y atraían hacia la luz a los indecisos; unos como locos, en su necedad y herejía, hablando como loros y yendo hacia el olvido, aparte los otros que no necesitaban memorizar las mismas respuestas de siempre, conversaciones y debates inexistentes con los animales. Todo fue la sombra, el polvo y el olvido acechando a los que vivían su mundo de esperanza y sacrificio, viviendo el sueño lúcido y práctico del mundo superior; así van los dos caminos sin encontrarse, en la frontera se oyen silbidos reptantes, susurros casi divinos y el chisporroteo que nos tocó vivir y padecer.
 
Glosario

1- Dar papaya= Al alcance de la mano, cercano y fácil de abordar o interpelar.
2- Comer marrano= Aprovecharse del tonto, débil o pelele.
3- Dar en la cabeza= Golpear, herir, lastimar. Robar, matar, calumniar.
4- Carreta barata= Carreta: hablar por hablar; carreta barata: basura.
5- Guayabo= Resaca.
6- Irse a dormir con las gallinas= Irse a dormir temprano.
7- Chicaneros= Presumidos, engreídos.
8- Ser de la rosca= Ser de círculos sociales exclusivos e indebidos.
9- Buscar lo que no se les ha perdido= Acechanzas y malas intenciones, deshonestidad interesada.

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