jueves, 16 de enero de 2014

No fue más que ver lo que hacían para querer hacerlo (Parte 2)


Mi etapa de montaña
Ya el pueblo había salido de su infancia, lejana ella hoy llegaba a sus primeros 100 años y la gente estaba feliz haciendo los preparativos para la celebración, incluso el día del aniversario había un Tedeum en la iglesia del parque principal, la primera parroquia del pueblo, y venía el presidente de la república en persona, aunque no podría entrar toda la gente que quisiera por motivos de seguridad, pero eso no importaba, las emisoras locales de radio los mantendrían informados de lo que sucediera.

Pero una de las cosas que más tenía interesada a la gente, era que la Vuelta ciclística llegaría al pueblo, no a la capital del departamento como siempre sucedía, y sería el evento ciclístico más importante en el pueblo desde que Carmelo Reyes, campeón farolito en todas las vueltas que corrió (¿o casi?) pasara, en una etapa que había salido de la cercana capital, de primero, vitoreado por el pueblo en pleno, con el pelotón íntegro a una cuadra de distancia, y esperando que salieran del pueblo, más o menos por donde hoy está la cárcel para devorarlo y mandarlo de nuevo a ocupar su puesto de farolito. Y al día siguiente sería la etapa de gran montaña, la cumbre de “La línea” a 3600 metros sobre el nivel del mar; serían 26 kilómetros desde la capital, situada a 1.480 metros sobre el nivel del mar, y 21 desde el pueblo, situado a 1.573 metros sobre el nivel del mar; yo nunca había estado en el premio de montaña cuando pasaba la vuelta, pero esta vez era distinto, era el primer centenario y tocaba hacer lo posible.
Cuando llegó la Vuelta a la plaza principal del pueblo, yo pensaba estrenar mi libreta de autógrafos, me la había regalado una tía y solo la habían firmado un trio de músicos populares, que ni siquiera entendieron de qué se trataba, mejor dicho estaba como nueva; pero como era de esperarse había una multitud muy grande y era difícil llegar hasta donde estaban los ciclistas, me moví por un lado, busqué por otro hasta que ví un conocido de los de Fomento y Turismo, encargados de la organización, y le pedí el favor que me ayudara a entrar al área, dizque no podía pero yo me le fui detrás, conversando con disimulo para que no me fuera a detener la policía, y logré pasar la entrada que había en la barrera metálica. Así que allí estaba ya, rodeado de ciclistas,  técnicos, directivos, periodistas, etc. y me puse a pedir autógrafos: al ganador de la etapa, al líder de la Vuelta, al líder de la montaña, al líder de las metas volantes, al líder novato, a uno del montón, a un dirigente de equipo, a un directivo de la Vuelta y no más.
Ya tenía todos los autógrafos que quería, ahora a esperar la etapa del día siguiente, tenía que ir hasta el premio de montaña de alguna manera, nunca lo había hecho pero esta vez había un gran motivo; yo, a lo más, había subido unos cuantos kilómetros, a veces trotando y en cualquier mirador los esperaba: me ponía a mirar cómo iban subiendo los ciclistas como en una culebra, cómo se perdían en un recodo y volvían a salir adelante. Y me pasó algo que en aquellos días me importaba, algo que lamenté mucho tiempo, fue algo especial e inesperado, producto de la casualidad, ya se los cuento.

Era el día de subir a “La línea” y esperar allí a la Vuelta, tenía que subir temprano y buscar la manera de que alguien, algún vehículo, me diera un aventón, tal vez así fuera, ilusionado que estaba uno y optimista que era, porque si no ¿cómo?; y me fui lo más ligero de carga, solo mi radio, ni siquiera chaqueta o suéter para el frío, corrí todo lo que pude preocupado por llegar a tiempo, 21 kilómetros que me podían dejar como muerto, para bajar en ambulancia. Y arrancó la Vuelta, llegaron al pueblo y yo corriendo, en cada curva que podía miraba para abajo y esa cuesta cada vez más inclinada y dura, iba casi gateando, cuando pasó algo extraordinario para mí en esas circunstancias; me detuve a tomar un poco de aire, miré la culebra de la carretera hacia abajo, llena de gente y los ciclistas poco a poco subiendo, y si no eché a correr de nuevo fue porque en ese entonces ya tenía mucho control sobre mí, esperé un poco, sangre fría me decía, o no sé qué dije pero es lo que uno dice en momentos de espanto, y arrimó un carro de la Vuelta, encargado de señalización, se detuvieron a mirar los ciclistas cómo trepaban y en ese momento oí música del cielo, cuando les pedí el favor que me llevaran: “súbase en la parte delantera del carro”, y así fue, sentado en el capó de la camioneta me fui acercando a “La línea”, con mi radio a todo volumen y muy contento, sin preocupaciones. En una de esas paradas pasó lo que estuve lamentando tanto tiempo, y no fue que se me cayera el radio o algo así, para uno de pobre eso es una desgracia; estábamos mirando la carretera hacia abajo, para uno eso era algo especial, estar en un lugar tan bello, uno de los más bonitos de país, mirando a los ciclistas que como hormigas se iban acercando, y se acerca y detiene junto a nosotros otro carro de la Vuelta, con el director general en persona, y yo sin mi libreta de autógrafos, yo no sé en qué mundo estaba, a mí me consideraron siempre un tipo muy listo y despierto, pero ni siquiera acaté a coger un papel cualquiera, aunque fuera uno del suelo, para que me diera su autógrafo, lo lamenté mucho durante algún tiempo aunque ya no pues estoy muy viejo para lamentar esas cosas.
Fuera lo que sea, dormido o descuidado, tocaba seguir hacia la cumbre y allí llegué al rato, con mucho tiempo para tomar un buen sitio, y fueron pasando poco a poco sin oportunidad para empujarlos como en las anteriores competencias; ponía uno la mano debajo del sillín y pegaba carrera empujando, hasta los acompañantes del equipo le pedían a uno el favor, aunque fueran solo 20 o 30 metros de algo les servía, recuerdo solo uno, los acompañantes del equipo de la institución del estado en que trabajaba mi papá. Eso fue todo, verlos pasar vitoreando los favoritos, admirando el coraje de unos cuantos que se destacaron, como el ruso líder de las metas volantes que subió en una posición más bien  modesta, pasó poniéndose un suéter y con una sonrisa que no se me olvida; ¿sería la enorme satisfacción que un pasista debía sentir en una cumbre tan terrible como esa?, pudo haber sido porque las cosas que se vieron fueron admirables y dignas de elogio, sin muchas palabras describiendo el esfuerzo porque se queda corto uno, necesariamente.
De lo que no me curo es de lo que pasó después que pasaron todos los ciclistas y busqué el regreso, miré entre los que se disponían a regresar y había un grupo de trabajadores del municipio, tenían transporte y alguno me ofreció ayudarme, yo con mi radio muy contento logré el pasaje, oyendo cómo el puntero, que había tomado la punta saliendo del pueblo, seguía en punta a pesar que de segundo iba el líder de la Vuelta, el mismo que años después llegó a ganar la Vuelta a España, eso era emocionante, oír cómo corría ese tipo sin que lo pudieran alcanzar. Pero en el carro del municipio en que bajaban los trabajadores, yo iba atrás con ellos, también viajaba el alcalde del pueblo, y como quién tiene más derecho que los demás sin siquiera discutirlo, me pidió prestado el radio, me dejó sin radio y para evitar disgustos me quedé callado, aunque nunca me importó decirle unas cuantas verdades a uno de esos: “!si yo también tengo derecho!”, y tratando que no viera mi disgusto, él me conocía y sabía lo rebelde que fui siempre, me conformé con mirar, hacia adelante, en la cabina del carro donde iba él, y preguntar, haciéndome el loco, que si lo tenía ocupado, que cómo van los ciclistas, que si hubo cacería, acercar un poco el oído y terminó por sentirse incómodo, como si hubiera metido las patas y, probablemente avergonzado, o tal vez rabioso, delante de los que íbamos ahí, sin cavilar que lo estaba manipulando porque fui muy sutil y sigiloso, me lo devolvió como si no le importara o se le hubieran pasado las ganas.


Y muchos lo recordaron
Uno de pobre hace muchas cosas, a veces insensatas como supongo que hizo “El palomo”. ¿Quién era “El Palomo”?, solo sé que era un ciclista muy arriesgado, pobre como casi todos los ciclistas en sus comienzos, tal vez con un sueño de llegar victorioso donde su mamá, una vendedora de frutas en la plaza de mercado de su ciudad, tal vez soñando esa gloria que tienen algunos a pedalazos y que se les transforma en descanso del sufrimiento y las privaciones cuando les pagan por correr. Esos ciclistas que no tienen más que un sueño porque ni la suerte los acompaña se quedan en el camino, esos que piden oportunidad porque nadie se fija en ellos quedan en el olvido, pero si hay quién los espere en una plaza de mercado se arriesgan más allá de sus posibilidades y la espera se puede hacer muy larga, como pasó con “El palomo”.
Hubo siempre cuando la Vuelta llegaba a Manizales, una vendedora de la plaza de mercado esperando a los ciclistas con frutas, ella recordaba a su hijo que por esa gloria tan pasajera, había caído bajando de “La línea” y había muerto, no pudo cumplir alguna promesa y sus sueños se fueron con él; pero su mamá no olvidaba, ella seguía recordándolo en cada llegada a su ciudad, en medio de los ciclistas que recibían su regalo de amor, tal vez sin pensar que eran como su hijo muerto, solo que él había muerto corriendo como ellos.
Esta historia me la contó mi papá y no conozco más detalles; yo estuve estudiando tiempo después en esta ciudad, mi ciudad natal, y algunas veces pensé en ir a la plaza de mercado, a comprarle frutas a su mamá, pero no lo hice, sin disculpas creo que lo olvidé, cosa que no he dejado de lamentar.


Una pequeña fiesta
En el pueblo en que yo crecí, donde viví hace muchos años, había un ciclista que corría en la Vuelta ciclística del país por el mero gusto de correr, si no lograba más que terminar era suficiente para estar satisfecho; pero no solo él, en el pueblo había fiesta cuando regresaba de la competencia, luciendo su clasificación de farolito, había terminado y eso era mérito para más que unas felicitaciones, se armaba un recibimiento apoteósico en el que todos participábamos.
Carmelo Reyes nunca ganaba nada en una competencia, resistía toda la Vuelta con el propósito de terminarla y lograba llegar a tiempo pero no más, alguna vez sí llegó de penúltimo y por ahí estuvo siempre; pero nosotros no nos olvidábamos de buscarlo en las clasificaciones y nos alegrábamos con poderlo encontrar ahí, aunque fuera de farolito. Recuerdo cierta vez en que la Vuelta salía de la capital, no hacia el alto de “La línea”, y pasando por el pueblo Carmelo Reyes iba de primero, el pelotón como a media cuadra de distancia; fue emocionante y todos aplaudimos, nos sentimos felices de ver a nuestro representante ocupando tal posición de privilegio, aunque no perdimos la conciencia de la realidad, sabíamos, y hacíamos chistes sobre ello, que a la salida del pueblo, más o menos por Balcones se lo comerían, dejando el bagazo para el puesto de farolito.
Había que ver el recibimiento que le dábamos a nuestro representante, se armaba un tablado en el parque principal y la multitud lo rodeaba, todo era alegría y ovaciones, la emisora local se hacía presente en nuestro evento deportivo y sobre todo los notables se dejaban ver con regalos, le llegaban regalos de todas partes, no solo vestidos si no dinero y cosas útiles.
A Carmelo se le recordó durante mucho tiempo como el único ciclista del pueblo que había corrido la Vuelta ciclística. Tiempo después hubo otro, también campeón farolito, llamado Duglas Salcedo; y mucho después hubo un campeón de la Vuelta de la Juventud, de apellido Hernández me parece.

Ficciones y reflexiones

 Hay un camino no tan abandonado
Sucedió una vez que la calle se llenó de ciclistas, estaban reunidos buscando una manera de aprovechar su tiempo libre de una manera positiva, todos se saludaban como si se tratara de ciudadanos de un mundo nuevo, tenían la misma idea sobre su mundo y supieron que apenas estaban empezando a construirlo; pero no veían que hubiera una frontera con la otra gente, que en su afán y ocupaciones no se fijaban en lo mal que estaban muchas cosas, ¿qué aire respirar, cómo soportar la enfermedad que aquejaba a la cultura con unas ciudades diseñadas y construidas para la máquina y la producción capitalista, sin importar la gente?, y si la gente no se fijaba en lo mal que están muchas cosas, tal vez sería porque tenían unas ideas muy acomodadas con el establecimiento y necesitaban que hubiera suficientes ciclistas para despabilarse. Y confiando en la sabiduría de su causa le contaban a los demás que pedaleando encontrarían el camino para que no perezca la humanidad, si un negocio enriquece a unos pocos no tenía por qué destruir lo que es de todos, ahí no está el negocio, en destruir y aumentar los inventarios y cuentas bancarias.
A este mundo, no tan distinto a cualquiera de los demás aunque sí algo exótico, llegaban muchos sin más interés que pasar el tiempo libre, que les quedaba de soportar cadenas infames manejadas por otros, los que también pedaleaban pero en sus gimnasios sin dar la cara ni parar de enfermar al planeta. No es ser paranoico pensar que,  así pedaleando podían ser vistos como adversarios de poderosas empresas sin escrúpulo, aunque esto de andar pedaleando por la ciudad en grupos grandes, no podría seguir sino como un negocio que le diera fuerza a su mundo oscuro, lo que de ninguna manera fue preocupante nunca para algunos, por estar convencidos y persuadidos de antemano, así mismo otros se preocupaban porque tenemos que hacer algo, esto se nos puede acabar y aún no es demasiado tarde.
En este escenario se encontraron dos personas, ellos participando en esos recorridos por campos y ciudades creyeron que había caminos con el amor, ¿quiénes eran pareciéndose a tantos como víctimas y soñadores?, si el coraje para decir no tuvieran, tomarían el mismo camino entre sonrisas compartiendo el agua y alguna fruta, simplemente felices con esos momentos y aprovechando cualquier tópico de conversación en esas horas de pedaleo en grupo. Ella no exhibe sus encantos, no es de esas necias e insensatas, porque piensa que debe cuidar sus tesoros, mucho ladrón hay que no duda en cochinadas a pesar que no se goza sin amargura si no la pureza, que los animales también gozan responden ignorando que ellos no piensan sino en reproducirse; y ¿quién es ese que la admira sin pensar en saciar instintos y barbarie?, tal vez sea un filósofo de la vida que en medio del caos ha crecido diciendo solo cosas racionales, ¡ah, es un romántico!, es un poeta que admira lo que es bello y lo defiende, por eso cuidadoso se acerca y dice suavemente:
-          ¿Tiene prisa en saber cuál es el final que nos espera o se conforma razonando y dando los pasos que pueda?, es la única manera que esto no termine al final de una cadena como todo en el mundo materialista- solo va pedaleando al lado de la belleza y el amor, sin saber lo segundo, pero sueña.
-          ¿Y qué cree que dirá o hará la gente cuando sepa los sacrificios necesarios, arriesgar la comida y el techo?, si uno no denuncia y protesta la economía que destruye lo que es de todos, no pasará nada y seguiremos pedaleando como máquinas- parece que están en la misma onda, yo que los oigo hablar, así de  inocentemente, creo que van por buen camino si sueñan en algún momento el amor; ¿será posible este milagro otra vez?.

Después del recorrido, con que se quería generar conciencia de actividades y tareas por la salud de todos y los cambios que se necesitan, los dos amigos siguieron pedaleando por los sectores de la ciudad que pudieron, no todos son seguros porque en algunos hay gente, que más que malandros son víctimas de un sistema que destruye y envilece y no es bueno arriesgarse.
Hablando de todas las cosas que tenían en mente, los asuntos de la participación ciudadana y los del día, empezaron a mirarse con gusto y a decirse cosas lindas, incluso se dedicaron canciones compartiendo un solo ipod y su memoria, muy juntos, se les ve ayudarse y orientarse con sus gustos y su visión del mundo, fue un continuo escudriñar en el otro descubriendo la vida y lo que la hace poderosa: los nobles ideales, el amor, la sencillez al expresarlo, sin artificios ni temores que demoren certezas y confianza. Esta parte es difícil describirla, pero creo que me entienden los que alguna vez se olvidaron de sí mismos y descubrieron que les importaba mucho alguien que querían a su lado, alguien que no debería respirar tóxicos y los humores insanos de quien habla por el instinto animal, olvidados estos de la vida y su belleza.  
-          ¿No te parece que deberíamos encontrarnos de nuevo y seguir conversando?- dice Luis con confianza a Cristina, que lo mira sonriendo- una conversación como la que llevamos no se detiene nunca, mientras haya espíritu humano, y quiero continuarla contigo, creo que deberíamos hacer eso.
-          Por supuesto que sí, la idea me encanta- siempre sonriente responde ella-, debemos seguir conociéndonos, y podríamos estudiar tu idea de formar un club para paseos turísticos por el campo, hay muchos lugares para aprovechar y me gustaría que hagamos algo al respecto.
-          Entonces quedamos en eso- dice Luis hablando con mucha seriedad, sabe que se acaba de embarcar en algo nuevo y especial en su vida-, me das tu teléfono y te llamo para que nos pongamos de acuerdo sobre cuando nos volvemos a encontrar; tenemos que establecer unos criterios de selección, no solo unos objetivos que vayan más allá de lo deportivo, tiene que ser una forma de vida más que eficiente y sana, tenemos que defender el espíritu humano.
-          Las cosas quedan así y confío en ti- ella también estaba muy seria, como quién habla de cosas muy importantes-, si seguimos como vamos, resultaremos con algo muy bueno, algo grande.

Entonces las cosas se fueron dando suavemente, sin sobresaltos ni dudas, como ir pedaleando por la calle y llegar a una de las salidas de la ciudad con el camino decidido, con llegada a alguna montaña desde donde se contemplara la confusión de la ciudad, y desde allí se decidiera la historia, sería solo el grano de sal que necesita la masa para conservarse pero sería el comienzo. A los dos días de este compromiso ya se estaban reuniendo y dejaron decididas varias cosas, una lista de principios que debían ser tenidos en cuenta en su club y regirlo:
1-      No será con gente codiciosa, ni gente que dude en sacrificar su comodidad.
2-      La gente que favorece la lujuria favorece la disolución familiar, la disolución social, la violencia y la mentira, entonces quedaría excluida por ser bárbaros y anticientíficos.
3-      La búsqueda de guerra no construye por lo que en vez de avanzar se retrocede, entonces por definición esos que andan buscando problemas, que van más allá de denunciar, protestar y proponer soluciones con violencia quedan afuera, la guerra no se busca, se esquiva.
4-      El arte sensibiliza en la búsqueda de soluciones creativas, entonces las cultivarían todas, las clásicas y las modernas (música, pintura, poesía, teatro, cine, video, etc.), aprovechando todas las actividades.
5-      Harían de su actividad una continua elaboración de conocimiento: explorando el mundo se verían no solo problemas sino soluciones.
6-      No podían aceptar que los mismos que causan el problema participen financiando, asesorando, decidiendo, fiscalizando o simplemente participando de discusiones o comunicados.
7-      Los méritos y capacidades de cada cual se pueden estudiar, cuantificar y establecer de una forma clara para cualquier tipo de liderazgo y vocería; por ello no se discute el asunto, si no que se definen los parámetros adecuados y se estudia cada situación, según la necesidad y conveniencia.

Esta especie de luz en el faro tendría sentido y valor si las hicieran vida con sus vidas, pero esto sería mucho más que simpatía y amistad, sería el gran amor que sueñan los seres vivos que humanizados cultivan el espíritu humano; “libertad, igualdad y fraternidad”, luchas humanas en un momento de crisis mundial, el planeta está enfermo y todos estamos en peligro. En esto no hay lugar a equívocos, aquí no reinan las palabras bonitas, solo resultados prácticos, es que el amor tiene sentido en términos prácticos, ¿qué estamos haciendo por la vida, por la vida toda que nos nutre?, y ¿si olvidamos a los demás qué sería?.
-          En otras palabras- recuerda Luis suspirando-, si el interés es solo la vida personal, si no importa la vida toda, uno está muriendo y el amor es sueño, ilusión, humo de pasiones destructoras y malignas.
-          Aunque sea la conveniencia personal que lleve a la búsqueda del amor- responde Cristina, con otro suspiro-, si queremos a la vida y al amor tenemos que sacrificar el interés personal, que nos vean no como un ser excepcional por encima de los demás, sino como uno más en la masa haciendo lo que exige el amor.

¿Daría resultado tal idealismo, tal pureza de sentimientos en medio del materialismo reinante?, pues Luis y Cristina estaban decididos a seguir ese camino; todo dependía de su consagración definitiva, de su amor y claridad haciendo lo que tenían que hacer. De esta manera estaban pensando, se decían que eran de la misma clase, salidos del mismo espíritu y fue cuando comprendieron su situación; estaban hablando no solo con simpatía y gusto sino porque pensaban de la misma manera, se habían hecho hermanos con sus palabras y proyectos, y entendieron la situación, supieron que entre ellos había algo muy grande, lo más grande que pueden tener 2 personas que se encuentran y creen recorrer un solo camino. Entonces se rindieron ante tal evidencia, supieron ser invencibles como la vida, y prometieron amor eterno mientras se besaban, con la pasión del que da la vida sin pedir nada a cambio, amorosa y tiernamente, confiada y dulcemente. Ya vendrían otros que actuaran de la misma manera, que se les parecieran y no solo que hablaran bonito, si habían empezado con amor, encontrarían más amor en los caminos que habrían de recorrer, hablarían el mismo idioma, seguirían el mismo camino y eso bastaría para reconocer y ser reconocidos.


¿Alguno quiere ayuda?
Pobre Joselito, con las ganas que mantiene de estudiar y tan lejos que queda la escuela de su casa, pero el papá es inteligente y le dice que vaya corriendo y se bañe en la escuela antes de clase, tiene que aprovechar el tiempo estudiando si quiere hacer algo que valga la pena, algo grande:
-          Levántese que ya es la hora de ir a estudiar, mejor que corra descalzo para que ahorre zapatos- le decía don Pedro a su querido hijito.

Y se quedaba mirándolo sin saber lo que pensaba, ¿qué sería que parecía estar tramando algo, algún plan secreto?, tal vez una idea había hecho nido en su pensamiento y en cualquier momento saldría volando, había que esperar a ver lo que tramaba. Joselito, siempre juicioso, se apuraba y nunca se retardaba para entrar a clases, es que la vida es muy dura para un campesino pobre y él quería ayudarle a su papá a salir de pobre, y quería otra cosa, quería conseguirse los $100.000 (cien mil pesos) que necesitaba para comprarse una bicicleta, un muchacho del pueblo tenía una muy usada pero en perfecto estado que a él le serviría para muchas cosas: iría a la escuela, haría mandados, la alquilaría en el pueblo por unas monedas, incluso podría ser un deportista importante, había oído que ganan mucho dinero cuando son campeones y un poquito menos cuando corren casi igual. Esto se lo había contado el muchacho del pueblo que le quería vender la bicicleta, para comprarse una nueva, si hasta le había ofrecido unas canastillas usadas que le podría adaptar a la bicicleta para llevar y traer cosas.
Eso era lo que tenía en mente Joselito y pensaba y hacía muchas cosas: ayudaba en algunas tareas a sus compañeros, además así estudiaba el doble; había 2 vecinos que le daban algunas monedas por ayudar en el huerto y desgranar maíz, fríjol y alverja; en el pueblo ayudaba por ratos en las tiendas y hacía mandados; además los domingos su papá le regalaba algunas monedas, con tal que fuera juicioso y estudiara mucho; además el muchacho del pueblo le había prometido que con $60.000 le soltaba la bicicleta, pero no iba ni por la mitad de tal dinero y se apuraba, ¿qué hacer que le diera dinero, a quién pedirle ayuda?, pues muy sencillo, decidió:
-          Me pongo a vender empanadas, chicharrón, papa salada y yuca, y ofrezco jugos de tomate y naranja; claro, eso es lo que tengo que hacer, pero ¿qué dirán mi papá y mi mamá?, ¿si les pido permiso qué dirán si es con mi dinero?- y pensaba estas cosas y en su mundo no veía otra opción-, les prometo que estudio mucho, que me dedico a eso sin descuidar el estudio- lo pensó con decisión y ahí empezó el problema.
Tenía que buscar la manera, ayudarles en las cosas de la casa, cuidar sus hermanitos menores, ir a misa los domingos, estudiar más que antes y no llegar nunca tarde a la escuela, darles gusto en todo sin dar motivo de regaños, ¿qué más podía hacer un pobre niño campesino, decidido a comprarse una bicicleta, qué que no fuera preguntarle a su papá y su mamá?; sí, esa era la mejor idea, tenía no más que decirles cuál era su intención, pedirles ayuda y prometerles que sería ejemplar.
Estas cosas oyeron don Pedro y doña Matilde de la boca de Joselito, sencillo y humilde como era siempre, y se les enterneció el corazón, vieron que luchaba y bregaba y que acudía a ellos cuando no podía más, vieron que estaban en el comienzo de algo grande, no había dejado un sueño en solo nubes, ni se había limitado a pedir, su querido niño luchaba más allá de sus fuerzas pero para eso estaban ellos, para decirle que valía la pena luchar por un sueño y que la fuerza se multiplica estando con la familia. Dando gracias a Dios, con el corazón gozoso no prometieron más que lo iban a pensar, quisieron que pensara que las decisiones importantes se toman consultando con la almohada.
-          Pero, mi querido niño, pero si nosotros no teníamos ni idea- le dijo doña Matilde confiando que aceptara su decisión- ¿por qué no espera unos días, hasta la próxima semana para ver qué pensamos?, seguro se nos ocurre alguna idea y, si se puede, algo hacemos, pero no le prometemos nada.

Claro, doña Matilde no era tonta y sabía qué era eso de decirle que había que pensar y buscar soluciones, lo hizo a sabiendas que iba a ser una semana muy larga para su pobre niño, iba a ser una semana de dudas e incertidumbre que lo tenían que fortificar, deberían darle una perspectiva completamente práctica de las cosas, no solo lo ideal y porvenir, así que a estar atentos para ayudarlo en lo que pudieran, que se animara, que no estuviera muy pensativo, que siguiera haciendo las mismas cosas de siempre, aunque tuviera una ilusión que no sabía si podía realizar.
Joselito había aprendido a ser práctico, no se asustaba si tenía que luchar porque ya sabía que las cosas que valen la pena requieren esfuerzo, y se puso una y otra vez a suponer objeciones, a prever argumentos, a calcular trabajos, a buscar en sí mismo la entereza necesaria para soportar las cosas de la vida como van llegando, sin importar lo que se haya querido, buscó estar alegre y lo logró, llegó a sentir cierto estado de plenitud y satisfacción casi beatífica, viendo y pensando todas las cosas grandes que tenía, los inmensos tesoros que le había concedido la Divina Providencia: su dulce hogar, su amorosa familia, la honradez y decencia, el amor a Dios, en primer lugar, a la patria y a su familia después, su gusto por el estudio y el trabajo, los valores de su raza y su pueblo, lo que los había hecho grandes y ocupar un honroso lugar en el mundo, aunque fueran pobres y no se tuvieran más que a sí mismos y a su tierra. Todas estas cosas estuvo pensando la semana entera, como se lo habían enseñado, como le habían dicho que son las cosas, de muchas maneras y con muchos ejemplos. Pero no perdió el tiempo, tuvo las cosas claras y las cuentas completas, todo por su decisión de comprarse una bicicleta, trabajar por ella y confiar en su familia; lo pensó así porque era lo único que podía hacer con la educación y crianza que le habían dado, ya de por sí esto era un éxito y también lo creyó, lo pensó y lo supo, así que sin importar que decidieran su papá y mamá saldría ganando.
-          ¡Ah, qué linda es la vida!, ¿qué mejor que quererlos y honrarlos ( a su papá y mamá) confiando en la Divina Providencia para ganar algún día la gloria prometida?, el Señor que todo lo ve y todo lo puede será el que decida- esto era todo en su pensamiento y su corazón, esta era su única vida, no solo por las noches rezando arrodillado sus oraciones.

Llegó la noche del jueves, todos en la mesa comiendo temprano en la noche, y Joselito no supo por qué se olió algo, se figuró que tenían algo para decirle, algo importante por la seriedad y el cuidado con que estaban haciendo todo: al servir los platos, al llevarlos a la mesa, sentándose todos con mucho cuidado, aunque mirándolo como siempre, ¿o sería aparente esta normalidad en todo?, tal vez lo habían discutido y le iban a decir algo, pero ¿qué podría ser para prepararlo todo con tanto misterio?, si podían decirle lo que fuera, así no más aunque no fuera una cosa cualquiera.
Joselito y su mamá fueron los últimos en sentarse a la mesa, y el corazón le salto de nervios cuando todos se quedaron mirándolo, no a su papá, y éste se dirigió a él con una sonrisa especial, Joselito pensó que extraordinaria, y le dijo:
-          No se vaya a atragantar que le hace daño, coma rápido que tenemos que hacer algo muy importante- Joselito, tal vez por única vez en su vida, se quedó parpadeando y le respondió suavemente.
-          Si a usted le parece, señor, pero no tengo ni idea de qué se trata, ¿me puede dar una pista? o ¿puedo pensar lo que quiera?, no se me ocurre una idea, usted sabe de qué le estoy hablando- suponía que le iban a dar el permiso y que algún día podría comprar la bicicleta de sus sueños.
-          No se preocupe ahora, que no sabe cuál es la sorpresa- dijo doña Matilde y terminaron de sentarse.

Y después de rezar se pusieron a comer, sus 2 hermanitos y su hermanita más bullosos que de costumbre, parecían tener un plan que solo ellos conocían.
-          ¡Qué raro!- pensaba Joselito- ¿qué querrá decir eso del paseo hasta el puente?, ¿y por turnos?, ¿será que…?-pensaba con el corazón en un puño.
-          Me lleva a mi primero por ser la menor de la casa- le pidió Teresita, la niña más linda del mundo pensaban ellos, el sol, la luna y las estrellas juntas, con su infantil inocencia.

Y se quedó callada, porque entendió que había metido las patas (expresión popular común en estos casos), no solo porque todos corrieron a decirle que se callara, que comiera primero y después verían cómo salían las cosas. Joselito que oye esto, el barullo que le formaron a la niña, y se dio por enterado sin decir nada, supo que podía descansar de preocupaciones y afanes pues su asunto ya estaba resuelto; simplemente comió, les hizo bromas a todos, como nunca había hecho, y en un momento de inspiración cogió la taza de aguapanela con leche, se paró y pidió un brindis, todos muy serios se pararon y brindaron con él.
-          ¡Por la felicidad de todos nosotros, que vivamos muchos años y que siempre nos queramos mucho!- dijo Joselito solemnemente, rematando con una sonrisa de oreja a oreja y ojos chiquiticos.
-          ¡Por la felicidad de todos nosotros, que vivamos muchos años y que siempre nos queramos mucho!- respondieron todos, muy solemnemente y sonriendo de la misma manera de Joselito.

Se había cumplido el sueño de Joselito y ahora lo que tenía que pensar era en terminar despacio, luego vendrían el paseo y los juegos.


La lluvia no es la compañía
Una tarde de lluvia, hoy no lo vería pasar corriendo en bicicleta, al muchacho que la saludaba siempre como si la conociera y no tuviera tiempo de nada, como si estuviera en otro mundo y al mismo tiempo fuera cercano.
-          ¡Hola, vecinita!, ¡que feliz el día!- decía mientras pedaleaba soltando las manos para hacer el gesto de saludar, o- ¡se me puso lindo el día!- o- ¡qué alegría verla de nuevo!- o cualquier cosa de esas, solo gentilezas y amabilidades.

¿Quién sería, por qué pasaba por su calle menos en días de lluvia?, tenía que ser que se había acordado de algo, pero ¿qué podía ser?, por más que le echaba cabeza al asunto no lograba entender, ninguna pista intuía siquiera. Y quiso salir a buscarlo, tal vez le contara su secreto y no fuera nada, tal vez tuviera que correr a esconderlo o quizás a pedir consejo a uno de los mayores, ¿podría ser que se habían tratado sin que dejara huella alguna en su pensamiento y conciencia?, ¿por qué en bicicleta sin darle tiempo a nada, a decirle siquiera que quiere su nombre?. Esto era importante, porque con los nombres se sabe cuál es el mundo al que pertenecemos y nuestra ubicación en él, se sabe si es importante para nosotros o solo alguien al que no debiera prestarle atención, aunque vaya en bicicleta, tal vez tenía una historia interesante o sería algún insípido sin nada interesante, o de pronto todo era claro, no había ningún misterio y se estaba preocupando por algo sin importancia. Pero ella ponía cuidado, sabía que algún día podría descubrir el misterio del muchacho que la saludaba todas las tardes en que no había lluvia.
Pero esta tarde ocurrió otra cosa, estaba lamentando esa tarde lluviosa en que no vería al desconocido de sonrisa y gentiles palabras, cuando de pronto apareció en la esquina por donde venía siempre, con la bicicleta en la mano; se dice que el temor pone alas en los pies pero a veces la curiosidad corta esas alas, y fingió indiferencia al saludar, toda hecha un ovillo de nervios, sin saber qué sorpresa le tendría hoy la vida, solo atinó a hablar de otra cosa, lo primero que encontró a mano, cuando recibió el florido saludo, y se acordaba del calor que sentía al lado de la estufa de la cocina, pero sin ese temblor, todo ese calor en la cara sin saber qué decir.
-          ¡Qué bonita bicicleta!, ¿cuánto le costó?, yo no sé mucho de eso pero parece fina- y quería que le contestara cualquier cosa, que no se fuera y le siguiera diciendo las cosas bonitas que le decía.
-          No me costó nada, me la regaló mi papá en mi cumpleaños, porque me he manejado muy bien- y la mira con ojos de amigo, pero ella no sabe dónde lo ha visto.
-          Tal vez le sirva para ir a muchas partes, parece fuerte y pesada- queriendo que le hable y sonría, que nadie venga a ver con quien está hablando y a interrumpirlos.
-          Es una todoterreno, muy resistente pero liviana, cójala para que vea cuánto pesa- ¿tal vez estará pensando que es una  tonta que no sabe hablar?, se preocupa esta adolescente preparada para hablar en familia, no con un desconocido que la hace sentir tan rara, que la hace desear olvidarse de la bicicleta.
-          No he podido saber porque me saluda siempre que pasa, yo a usted no lo conozco- y respira como si hubiera encontrado una mina, además de que habrá muchas cosas qué decir de la bicicleta, ¿o hablar de algo más?.
-          Será que no se acuerda porque yo estudié con un hermano suyo en primaria, y a veces hacíamos tareas juntos- ¿entonces puedo hablarle de él a mi papá y mi mamá?, suspira tenuemente la muchacha anhelando que llegue su hermano, pero que aún no llegue.
-          Y tiene un nombre supongo, porque todos lo tenemos aunque algunos pasen de largo sin siquiera presentarse- ya casi, cree la muchacha, se van a dar la mano y ojalá se demore otro rato.
-          Yo me llamo Miguel, pero no como el ratón Mickey, de Disney, sino como el arcángel Miguel, eso dice mi mamá; y usted se llama Marina, como las olas del mar, las gaviotas, los corales y los peligros que allí se esconden- ya hay una idea muy clara de estar hablando con alguien con quien se puede hablar de muchas cosas, ya se fueron el calor y el temor.
-          Marina lejos del mar y esperando que algún día me preste la bicicleta, no sé montar y quiero aprender- tal vez le den permiso, tal vez puedan verse de nuevo y seguir conversando, inventarse cualquier historia, sin mentir, para tener de qué charlar, cualquier cosa con tal que no se aburra y se vaya a montar solo en bicicleta.
-          Le doy mi palabra que no la quiero decepcionar, pero esta bicicleta es de hombre, yo mejor le pido a mi hermana que le preste la de ella y se la traigo, si quiere aprender sin mucho trabajo tenga por seguro que es mejor la de ella- ¿será que está tramando algo, tal vez me quiere visitar y pone el pretexto de la bicicleta de la hermana?, ¿o será que quiere ser buena persona conmigo, gentil y amable?.
-          Me imagino que usted hace eso por hablar no más, porque quiere charlar conmigo- supone esa joven que empieza a pensar que charlar con un joven tan buena persona es muy fácil, que no tiene por qué preocuparse, y el calor ¿si vuelve qué va a hacer?.
-          Yo soy un hombre de palabra, si prometo algo siempre lo cumplo, tenga por seguro que mañana paso y le traigo la razón, usted me avisa cuando puede, que yo vivo cerca y me queda muy fácil traérsela- así hablando tan serio se parece a mi papá.
-          Está bien, mañana por la tarde supongo que vuelve a pasar y aquí lo espero- si viene, piensa ella, le tengo algún detalle, me visto y arreglo bien para que vea que es algo especial para mí.

Ya quedó dicho todo lo necesario para que las bicicletas sean algo muy importante, parte esencial entre 2 jóvenes que empiezan a entender la vida y quieren compartir un momento, ya serán largas conversaciones, muchos momentos de charla sobre algo que será cada vez más importante en sus vidas, no solo como medio de transporte, sino para muchas maneras de hacer deporte, incluso para el trabajo y para ir al estudio, pero sobre todo como pretexto para charlar, de bicicletas, ciclismo y muchas otras cosas.  

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