domingo, 12 de enero de 2014

LA CULTURA DE LA MUERTE


Una noche los perros de la esquina ladraron y no se oyeron pasos o nada; esos perros nunca molestaban por su demencia, ¿estarían ladrando a la luna?, pero si los corazones palpitaban igual, o ¿sería uno de los fantasmas del pueblo?, pero si nadie lloraban ni rezó, ¿plantearían un misterio para reflexión y estudio?, esos perros eran muy inteligentes pero tenían otra forma y horario mejores.

Había que preguntarles y para eso estaban los niños así que se les mandó hacerlo, como no podían salir de noche esperaron la mañana y fueron por todas partes pero ninguno ladró; se dijo que los perros se habían rebelado sin razón por lo que la respuesta fue mano dura, a duras penas los miraban y no volvieron a darles o decirles nada, pobrecitos, se enflaquecieron tanto que empezaron a parecerse al polvo.  

Los perros que quedaron eran cosas, ladraban cómo, cuándo y cómo les dictaban, también les decían inteligentes pero de gran cultura; y así nació el tedio en un solo idioma, solo les hablaban a sus perros y estos ladraban, pero no podía decirse que eran mundos en diálogo sino la gente y sus cosas.

Es cierto que les tenían cariño, los alimentaban y ponían a procrear pero no aprendieron a ladrar, desperdiciaron sus vidas sin entender la realidad; ¿será que no querían molestarse en indagar el misterio de la vida, las muchas vidas y su mundo?, lo cierto es que del tedio surgió la muerte y en el polvo no pudieron repetir lo que habían enseñado. 


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