martes, 14 de enero de 2014

Una palabra fue suficiente



Una vez en que todos dormían y nadie se daba cuenta de mi vida, dirigí mis pasos hacia el lugar que nadie conocía sin mi voluntad: mi corazón se encerraba cada vez más en su misterio y, queriendo dejar a los demás como estaban, que mi historia fuera solo mía, sin su mediocridad y mezquindad, pensé en un lugar seguro para que nadie me lo pudiera robar, ¿qué sería de mí sin mis sueños, sin ese fuego del que había hecho mi único alimento?.
Creo que me supieron distinto, pero fue desde antes de mi escondite, desde que levanté mi vista hacia más allá de las estrellas, y fue un problema como si dijéramos el fin del mundo; todos estábamos de acuerdo en que se hacía solo lo que se pudiera, sin preocuparnos por más, y que tenían que ser fuerzas superiores lo que nos salvara de la amargura, ¿habrá algo peor que estar solos sin nadie que se encargue o preocupe por los asuntos de uno?.

Pero yo no confiaba en tal suerte para mejorar este mundo que nos tocó, aunque nunca negué la existencia de algo superior más allá de todo cálculo, que nos acompañaba si sabíamos aprovechar y que daba sentido y valor a la existencia; así que no me conformé con contemplar símbolos misteriosos, humilde quise escudriñar y hacer camino iluminado.
Así me metí por un camino de asuntos menores, sencillo en la expresión de lo que sabía, y no les dije que se habían dormido: “!oh, que gloria la del mártir!, silencioso en su misterio algo dice, ¿será mejor callar y que cada cual escuche si quiere?”. No hay problema con eso pero me espiaron, dizque valía la pena pero no se podían delatar, ¿cómo?, ¿será que algo se les torció y no pueden con su vida?, tenía que ser eso y así fue que descubrí su crimen.

Una cosa antes de contar lo que pasó: yo no tengo la culpa con mi vida silenciosa, sin ostentación ni alarde, eso me convino pero ni les dió la idea, ni los frustró o lastimó; lo que tuvieron fue mediocre, lo mío un poquito mejor cosa que no soportan, y enfurecidos se lanzaron al despojo.
Alguien alzó la voz en la escuela de todos, me había oído preguntar entre nosotros: “¿qué habrá más allá de las estrellas?, no podemos descartar formas de vida ni civilizaciones sin haber verificado, sería anticientífico; si supiera uno hartas matemáticas y fuera oficial de la fuerza aérea de Estados Unidos podría hacerlo”; yo rezaba en silencio, iluminado, confiando que no se fijara en mí, que solo pensara en cosas de ciencia y tecnología.

Y no les gustó a los mediocres, se sintieron aludidos e insultados, ellos eran capaces de demostrarle superioridad a cualquiera, dijeron ser valiosos sin necesidad de meterse en trabajos; lo último que dijo fue que era posible y que podrían enriquecerse, luego fue un silencio profundo sobre el asunto y discutir hipótesis sobre enfermedades raras, accidentes y enemigos poderosos.

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