jueves, 16 de enero de 2014

No fue más que ver lo que hacían para querer hacerlo (Parte 4)


Dulces de Navidad
Una noche para el amor de Dios encarnado entre nosotros, una noche en que todos se alegran y los niños se acercan al árbol antes que los demás, sus regalos están muy bien envueltos y no se sabe qué son pero hay un par que se conocen de antemano, también envueltos en papel de regalo, uno con aviones y cohetes, pero que dejan ver su forma y tamaño; todo un año prometiéndole al Niño Dios que se manejarían muy bien,  cosas como que harían sus deberes escolares todos los días sin pereza, que mantendrían organizado su cuarto, que les prestarían sus juguetes a sus amigos y que serían siempre muy obedientes, y culmina la campaña con esas 2 bicicletas empacadas debajo del árbol y que solo pueden coger la noche víspera de Navidad, en que se sientan todos alrededor del árbol a destapar los regalos.
Más allá de esa noche, en Navidad y todos los demás días, todo es apresurarse en ir en las tardes al parque montados en bicicleta, ir con cuidado y despacio por las calles sin incomodar a la gente, así el Niño Dios los mirará con gusto y el abuelo que los acompaña no se pone serio y los lleva de regreso a la casa.
Pasar la tarde en el parque se volvió una costumbre de los niños desde que el Niño Dios les trajo su bicicleta, y los viejos se sentaron en un escaño a leer y ponerles cuidado, que no les fueran a robar las bicicletas o a tener una caída grave, ellos se caen de vez en cuando pero no se acude porque tienen que aprender a pararse solos. Así que puede ser una magnífica oportunidad de que vean que uno los está cuidando, que uno no les pierde ojo, cuando nota uno de ellos que los dulces que le habían comprado y guardaba en el bolsillo se le han caído; ya no es el niño el que reza confiando que le den su bicicleta, ahora es el abuelo que quiere hacer sentir al niño que puede estar tranquilo, y sin más que oírlo le dice que recorran los sitios en que estuvo, que ahí encuentran sus dulces. Cierto, los encontró y no requirió ningún esfuerzo, es que los abuelos son así, se quedan casi quietos, como dormidos con su libro, pero se dan cuenta de todo y no descuidan a los niños, que son muy inquietos y botan los dulces, ¿cómo harán para saber tantas cosas y encontrar las cosas que se pierden?, si uno tiene un abuelo, aunque sean en el cielo porque les gusta irse muy prontico, puede estar seguro que conocen el camino de uno y lo ayudan a encontrar lo perdido, ¿será que ya tienen amigos en el cielo desde antes de irse?, porque eso es muy difícil y solo alguien especial lo puede hacer, así pensaron los niños que al fin le vieron la sonrisa que les gusta tanto y que no le habían visto en todo el día.
Colofón para dulces de navidad
¡Cómo crece la barriga de uno sentado entre libros y cómo se mira casi con envidia a los niños en su actividad sin fin¡, no es que uno se muera como piensan a veces niños y jóvenes, es que se prefiere tomar las cosas con calma, sentarse a pensarlas e ir con cuidado para no cometer errores o al menos que sean en el menor número posible; pero esta vez lo pensé en serio, me tengo que comprar una bicicleta y salir a pasear todos los días, así haría 2 cosas muy importantes para mí: poner cuidado y un poco de ejercicio, que esta barriga que ya me tiene preocupado sea cosa del pasado. Si salgo todos los días a la tienda por frutas, leche, granola o queso, podría ir muy lejos con mi bicicleta y podría considerar opciones que tengo olvidadas, podría incluso ir hasta donde los amigos o conocidos que hace tiempo ni siquiera saludo, no los encuentra uno, perdidos en las calles de esta gran ciudad.
 ¡Adiós a la guerra y la tristeza!
Llegó de la guerra “El viejo”, es el papá de mi mejor amigo y es el único de los mayores que conozco y le dicen así, según parece porque decía que ser viejo es muy difícil pero él quería correr el riesgo; venía en una bicicleta del ejército, que le dejaron llevarse, y no traía sino una tula con ropa y un libro que no había leído aún, hablaba de un país feliz, en que todos se pusieron a pelear por las mentiras de uno y que se formó una gran guerra, que duró hasta que se sentaron a decir las cosas como son y a perdonar.  
Cuando llegó lo único que hizo fue dejar la tula en su cuarto, guardar la bicicleta en el san Alejo, sacar el libro y dejarlo en una mesita de un cuarto de arriba, con una ventana que daba a las colinas y el bosque, algo alcanzaba a ver y eso le gustaba, si no fuera porque le preguntaron cómo se sentía, si estaba contento, no se hubiera puesto a llorar, y lo hizo todas las tardes durante varios días,  recordando todas las desgracias, todo lo que se había perdido y que había aprendido a no confiar en nadie ni en nada; él que era tan feliz haciendo negocios de palabra, ya no sería capaz, ya no lo volvería a hacer, y tendría que conformarse con la oración para arreglar su corazón, no que se le hubiera torcido, es que tenía la certeza de que la gente se vuelve mala en la guerra y solo Dios arregla eso y quita los pesares que quedan de ella.
El viejo estaba distinto, él acostumbraba, antes de la guerra, salir en bicicleta, una vieja que le había regalado su papá y que a la vez había dejado al mayor de los hijos, salía por el campo, iba hasta donde un amigo y regresaba silbando y con una sonrisa satisfecha. Al día siguiente de su regreso, tomó su bicicleta, la que le regalaron en el ejército, dio un pequeño paseo, saludó al amigo y se volvió a su casa sin interesarse en nada, ya no volvió a hacerlo y nadie quiso decirle que los amigos lo esperaban, que se estaba engordando, que la vida tenía que seguir, que no podía detenerse; pero él hizo esto último, quería encontrar otra forma de vivir y no veía ningún camino para lograrlo, no lo dijo, solo padecía pensando que lo que habían sido y eran todos, podía generar los males que nos atormentan, así que teníamos que buscar en nosotros para corregirnos y salvarnos.
Podría escribir un libro diciendo estas cosas y todo lo que lo atormentaba, hablando con claridad, pero ¿a quién le pueden interesar los pesares y mentiras del mundo sino a alguien que estuvo a punto de morir muchas veces y sobrevivir sin poderlo explicar?, ¿tal vez sería eso lo que lo mantenía abstraído y como lejos de todo lo que podía suceder en su hogar y su pueblo?.
La bicicleta seguía en su rincón, tan abandonada como los muertos de la guerra, y un sentimiento de pesar por lo vida se había apoderado de su corazón, lo había encadenado y lo estaba secando, le secaba el alma y lo hacía estéril para las cosas lindas, como una pareja que se promete amor eterno ante un altar, una familia viendo crecer los hijos, unos niños jugando en el parque y acercándose al abuelo a pedirle que les compre helados, el arte, el amor, la honradez y la decencia, se decía que tal vez si hubiera un terremoto que lo conmoviera hasta lo más profundo pudiera ser no como antes porque eso era imposible, pero sí al menos seguir viviendo, olvidar la muerte y ser feliz con la nueva vida.
Y pasó lo que tanto querían su mujer y sus hijos, en el momento menos pensado y de la manera más sorprendente, algo que rescató su valor humano de lo profundo de las sombras que había en su mente y corazón, ¿tal vez sería un milagro que sacó de la tumba al corazón ya muerto?; quedó una sombra de la guerra y en el hogar estaba, a veces se oían pasos, algún susurro, una petición y los quejidos en el corazón, sin ponerse de acuerdo los ojos ya no miraban, ni los oídos oían, solo un latido en el muerto corazón. Se dice que los niños son la esperanza, que son alegría y la nueva vida, se les cuida antes que a los adultos como si en ello estuvieran la felicidad y la supervivencia, se dice que si uno se fija en ellos le queda fácil sonreír y encontrar la felicidad en algún lugar, así que el niño que pasó llorando frente a la casa de “El viejo” tenía que conmover al que lo escuchara, suponiendo que aún fuera humano, y fue lo que pasó: el viejo con un libro abierto, mirando el horizonte y pensando en quién sabe qué sombrías cosas, silencioso y pesaroso se dio cuenta, pensó que eso no debía ser así y se paró a hablarle, le habló suave y dulcemente y supo su tristeza.
-          Me robaron la bicicleta, unos muchachos me la quitaron cuando pasé cerca del bosque y si mi papá se da cuenta se va a poner bravo, porque somos muy pobres y no me puede comprar otra- era como si fuera casi el fin del mundo para el niño, era como una mala noche en medio del combate.
-          ¿Hace cuánto fue, cuántos muchachos eran, cómo vestían?- brincó ágilmente “El viejo”, tenía un combate, tenía que buscar al enemigo y vencerlo, para eso estaba él.
-          Eran tres muchachos, creo que venían del río, por las bermudas y tenis sin medias que tenían, y camisetas con animales 2 de ellos y el otro solo letreros- contó entre sollozos el afligido y asustado niño-, yo quiero mi bicicleta, me la trajo el Niño Dios.
“El viejo”, que un momento antes parecía estar muerto, le dijo al niño que se tranquilizara y lo esperara con su familia, que había salido con él cuando lo vió corriendo, que no se moviera de allí, y corrió por su bicicleta militar, pedaleando luego con energía hacia el bosque, no podía soportar el llanto de un niño, le partía el corazón y lo sintió de nuevo vivo; ¡vivo, tenía vivo el corazón!, corre, corre corazón que ya hay quién atrape a los bandidos, corre y no te detengas hasta que se te acaben las fuerzas, hasta el último momento. ¿Qué camino tomar para la victoria, qué huella seguir para encontrar al enemigo, cuántos sufrimientos lo esperaban ahora que estaba vivo de nuevo?, y fue encontrando un rastro, de bicicleta y 2 personas con tenis al lado, a tramos eran 3 pares de tenis y parecía que los muchachos se estaban turnando para montarla, ya vió que encontraría el camino, supo que en algún recodo del sendero los encontraría como realmente pasó; claro los muchachos se asustaron, opusieron una mínima resistencia, para un veterano de guerra no era ningún problema controlar a 3 muchachos inexpertos, y asustados ante la furia y lo inesperado del ataque echaron a correr, a las patadas se fueron por donde pudieron, sin pedir explicaciones ni protestar o quejarse por el enérgico trato que les estaba dando, y era mejor así, que corrieran antes de que los hiciera encerrar, no les quedó salida.
Llegó sonriendo a su casa llevando la bicicleta de la mano, él pedaleando tranquilamente en la suya, y la gente lo miraba como si no lo reconociera y lo saludó con afecto, era un héroe salido de la tumba de su corazón en que lo había dejado la guerra, y lo trataron con mucho respeto, ahora sí admiraban sus medallas, que eran testimonio del sacrificio por su pueblo y su gente, además esa sonrisa de felicidad no la podían resistir, ni su simpatía actual porque la de antes había muerto en la guerra.
El niño estaba con la familia de “El viejo” en el portal de su hogar, tomaba tal vez un jugo de fruta, y lo miró tranquilo como viendo a un ángel que lo estaba ayudando, y el niño dijo que iba a rezar por él todas las noches, que era muy pobre y no tenía más cómo agradecerle, y creyó que se despedían en ese momento y no más, pero no fue así, “El viejo”, sin bajarse de su bicicleta, le dijo que se apurara, tenía que regresar a hacer algunas cosas urgentes y no podía demorarse. Los 2 nuevos amigos se fueron tranquilamente pedaleando, charlaban de sus familias, del estudio y el trabajo, de los amigos y sobre todo de las bicicletas, y “El viejo” contó que hace unos días su bicicleta estaba muerta, pero que el llanto de un niño la había resucitado.
-          ¿Entiende esto que le digo sobre el llanto de un niño?, estoy seguro que es capaz de resucitar bicicletas- dijo “El viejo”, como un sonriente gran filósofo y ya olvidado de la guerra para siempre.
Sin tanto cuento que me aburro
Fue al frente del almacén de bicicletas, ella pasó mirando vitrinas y él se alejó un poco, haciéndole una cortés y galante venia para que pudiera mirar cómodamente, se miraron con simpatía y sonrieron interesándose el uno por el otro, se saludaron con confianza y se pusieron a hablar animadamente de bicicletas, como si fuera el tema más interesante del mundo, entre todos los temas posibles, y nada más les importara, ¡qué gran idea comprar una y salir a pasear, aprovechar uno esos clubs de ciclistas que hacen recorridos por la ciudad y el campo!.
-          ¿Le gustan las bicicletas?, ¿y el ciclismo?- pregunta él queriendo alargar el momento y saber algunas cosas de ella-, lo bueno es que en muchas ocasiones son útiles y necesarias, no solo por deporte.
-          A mí como deporte me parece muy duro, pero es agradable salir por las noches y los fines de semana a pedalear, a explorar y conocer, además de que son una idea muy útil para mejorar el medio ambiente; hoy en día se habla mucho de que hay que considerar la opción de las bicicletas para transporte en la ciudad, además de que es una manera muy buena de ponerse uno en forma.
Como en ese momento, casualmente, no tenían ningún quehacer por realizar, se quedaron un buen rato charlando sobre estas cosas, y se fueron a tomar un café en algún lugar cercano, se presentaron (ella se llamaba Yolanda y él  Efraín), se contaron todas esas cosas que se cuentan las personas, sobre los asuntos personales más comunes, se dieron el número de celular y quedaron de verse, por agüero, dijo Efraín, en el mismo sitio en que se habían conocido; pero la próxima vez tenían que ir a comer y, ya que se habían conocido frente a una bicicletería y era tan buena idea dedicar tiempo a esta afición, valdría la pena considerar muy en serio la opción de volverse deportistas, además que no se perdía nada con ello y se le podía sacar mucho provecho.
Los días siguientes, cada cual por su cuenta, se informaron sobre los diversos asuntos relacionados con su nueva afición, investigaron historia, mecánica, técnicas, asociaciones, personajes, dotaciones según actividad, etc., y se lanzaron a la aventura de aprovechar sus posibilidades, de conocer el mundo pedaleando en una muy grata compañía; esto no era inusual, que 2 personas se conocieran y se dedicaran a relacionarse y cogerse confianza en base a la bicicleta, lo especial, lo que llama la atención en este caso, era la casualidad de haberse conocido, sin experiencia previa y sin haber tenido interés en estos asuntos, frente a un almacén de bicicletas, tal vez no tenía importancia pero por agüero lo escogieron como su lugar de encuentro, allí sus citas y de allí saldrían para donde los llevaran su interés personal y su nueva afición.
Muchas veces en la calle, caminando sin rumbo fijo y conversando, al ver ciclistas se dieron cuenta de los problemas que tendrían aceptando esa forma de vida, y seguían su paseo sin darle importancia al asunto,  conversando de todo lo que habían leído y entendido, como unos expertos que comparten conocimientos y experiencia: que si un libro o revista, que si tal autor, que cuál sabe más y todo con abundancia de detalles y referencias. ¡Qué caray!, me digo yo, si alguno habla sin hacer más que eso, se queda sin la idea práctica que alcanzan y requieren los que practican, y si es para hablar sin hacer nada yo mejor me meto a hablar del clima, al fin de cuentas todos se equivocan un poco siempre, aunque muchas veces acierten, sin que importe tanto esto, lo que importa es si tiene uno su paraguas.
Una cosa así, sin asidero práctico, es tediosa y cada cual soporta su cruz en silencio, ¿cómo interrumpir la amabilidad y cortesía del comienzo sin ser incorrecto, sin que falle uno en la teoría general de las relaciones públicas y sus diversas técnicas?, y se fueron así muchos días sin más que hablar de cierto interés común, sin ganar nada con ello, porque es el esfuerzo el que enriquece pero tiene que hacerlo uno, no los demás. Tardes de sol que el tedio ensombrece, un poco de lluvia que sería esperanza, palabras que saben a nada a pesar de que para los ciclistas sean útiles e interesantes; esto sostenido en el tiempo mata, oscurece la mirada, tiene que haber salida, y si no se considera muy en serio la opción de rompimiento con el vacío entreteniendo, pues se vuelven locos, entonces a sudarla o acaban mal esos.
En esta parte del relato, recuerdo la vanidad y soberbia que impiden confesar errores, no se dice nada de lo que está mal y se olvidan las cosas que uno más quiere en la vida, como que no le mientan, que sean honestos con uno si no son felices y que se alejen en vez de hacer el daño de hacer creer, o al menos intentarlo, que eso es vida, volar con palabras que no reflejan hechos propios, solo experiencias ajenas que no interesan porque si interesaran harían algo.
¿Qué pasó con Yolanda y Efraín?, que no hicieron más que seguir la corriente de vivir sin esfuerzo, queriendo figurar en punta pero eso los cansó, y se pusieron una cita para discutir lo que no hubiera sido necesario, si querían arreglar el problema de su tedio lo podrían lograr, o cambiando de tema o poniéndose a hacer algo. ¿Será mejor no hablar más entre los 2, que cada cual siga por su lado sin discutir ni saber tanto de lo que no conoce y sí mantiene hablando?, pues qué problema tan sin sentido tuvieron que discutir, si bastaba con decir adiós y que otros sean los temas en otra parte y con otra gente.
Alegoría de la vida feliz
Juntos en las buenas y las malas, con ideas y testimonios complementarios, juntos hasta que duren las fuerzas con que van hacia el éxito, allí donde se comparten la comida y el reposo, un hogar para ambos floreciendo será la suma de sus vidas, incluso si pedalean van en tándem uniendo metas y caminos, los que los vean a cada lado de su camino serán testigos del amor y la vida, verán la diferencia entre crear y destruir que mantienen en tensión al mundo, que construyen paraísos o confunden sin siquiera entenderlo.
Y es que no quiero que mi amada ni mis hijos tengan su mundo en el polvo, vamos en ascenso y quiero que nuestras fuerzas sean una sola, seremos campeones en pedaleando tándem, reinaremos en el mundo que nos ofrece tantas cosas divergentes, que nos alejan y destrozan, quedando un sueño de grandezas en meras palabras.
Los que quieran encontrar una fuente cantarina recorriendo campos y bosques desconocidos, mejor que no se separen si recorren el camino pedaleando, si se quedan a mitad del camino no la ven, pero si es amoroso el ritmo con que pedalean ya la tienen, y si cantan serán armoniosas y bellas sus voces, serán como tener aquí el cielo y señalar el camino para tenerlo.
Muchas veces los ciclistas del camino necesitan ayuda, desconocidos tal vez que cayeron y quieren seguir su rumbo sin demora, su soledad si no les impide seguir pedaleando en  el camino los hace perder tiempo, y es grata esa mano amiga que se acerca y brinda apoyo aunque saludo y despedida sean un solo gesto, ¿cuánto más quien va con uno, que me da su fuerza podría ser alguien muy grato y placentero?; así quiero yo el encuentro amoroso, sería un acuerdo para unir fuerzas y destinos, siente uno que podría cualquier cosa, a veces es cierto y lo que más me gusta es que no se dice él y ella sino ellos.
Así como ciclistas pedaleando en tándem, si no van discutiendo y peleando, parecen superiores en su esfuerzo y lucha, de la misma manera los que avanzan solos por los caminos del mundo tienen que buscar ayuda si caen y esperar la gracia del apoyo ajeno, aunque sea un desconocido. ¡Qué no haya más la soledad sin diálogo y esfuerzos separados!, pedaleando en tándem ya no vendrán sombras de abandono, ni serán la distancia o el olvido, lo que preocupe y amargue a esas  2 vidas que se convirtieron en un mundo fuerte; y a pedalear que no es hablando paja como se llega siquiera a alguna parte, aunque sea cerquita.
Caminos que se llegan y se van
A la distancia unas casas campesinas, que acercan a pedalazos los excursionistas fugitivos, quedó atrás la ciudad en que se pierden los amigos y traen un sentimiento ilusionado de esperanza, por la vida que cultivan con su vida y que descuidan los poderosos, atrincherados en su torre de violencia y mentiras; solo un poco de agua pide el peregrino recelando de ariscos corazones, temerosos del rechazo dicen regalar algún juguete electrónico, que no quieren pagar como en la ciudad el agua, siendo amigos es que buscan esa mano amiga que acoja y bendiga al que huye porque alguien persigue a los humanos, compasivos conocen el despilfarro de la sangre campesina y piden paz, por eso los regalos sin decir nada ni egoísta interés.
¡Oh, si los niños quieren pedalear!, nunca han podido porque no hay dinero para tanto y piden confiadamente la merced al forastero, si uno fuera poderoso y rico después del regreso enviaría bicicletas, pero sería mucho con la condena que cargan por ser rebeldes, entonces acceden gustosos antes de pedir el agua que es de todos y que los mayores ofrecen con sencillez.
-          Claro que sí, hermano, si el agua es de todos no tienen sino que tomarla; si quieren yo les presto una taza- con una sonrisa que no se encuentra en ningún manual o catálogo, como la gente de verdad-, si quiere también naranjas les regalo unas cuantas, unas pocas si les puedo regalar.
-          Muchas gracias, señor- dice Manuel que no está acostumbrado a tal hospitalidad, no la tiene que pagar y es sincera-, no debiera molestarse, solo con agua tenemos suficiente y no le quitamos tiempo, seguramente tienen mucho qué hacer.
-          Pero si es con mucho gusto y no es ninguna molestia- una linda campesina habló, Beatriz, la hija de José, el finquero-, déjese atender que si lo hacemos es que se puede y no perdemos nada.
-          Está bien, se los agradecemos y si algo podemos hacer por ustedes nos encantaría- intervino otro de los ciclistas, Fernando, mirando cómo los niños se acercan ilusionados y ofreciéndoles la bicicleta con una sonrisa, agradecido-, ¿saben montar?, no sea que se vayan a caer y se lastimen; mejor póngase los cascos para que no les duela la caída- y todos ríen viendo un niño campesino, que nunca había usado esas cosas, cómo monta y en un santiamén se cae.
Así se hicieron amigos, sin hablar los visitantes de sus temores, la torre poderosa y su violencia, la sangre desperdiciada, los amigos perdidos y escondidos quién sabe dónde; había que confiarles algún secreto y se dijeron verdades, mientras los niños aprendían a montar en bicicleta; y como héroes los recibieron cuando se acercaron a contarles a todos, que habían ido hasta la quebrada y Juanito se había caído, porque quiso cruzarla por las 2 guaduas, y lo dijeron riendo como si les hubiera gustado, que si podían volver, preguntan, que los dejen ir, repiten, y les advirtieron que no fueran a llegar llorando si se aporreaban, que tuvieran cuidado.
-          A los niños les queda muy fácil ser felices con poco, si viéndolos quisiera una creer que no hay problemas- dijo Antonia, hermana de Manuel, que ayudaba a Beatriz y a su mamá Ester a exprimir naranjas; añadió- no creo que se preocupen tanto como los adultos porque son muy confiados- suspiró Antonia y calló mirando con cuidado hacia la quebrada y el guadual cercano.
Los ciclistas no querían regresar a la ciudad, los perseguían como si fueran a correr el velo que cubría los poderes y su actividad secreta, como si supieran y no hicieran nada por no encontrar la manera, ¿podrían, siendo tan buenos estudiantes, hacer algo algún día que a los malos obligara a dar la cara y esconderse en alguna cueva y pedir a la tierra que los cubra de la vista de sus víctimas?, seguramente, si eran sinceros y prudentes, no buscando la guerra y colaborando en las pocas cosas que predicaban y con  que pretenden camuflarse o disimular ambición, maldad y muerte. Pero no se atrevían a apoyarse en los campesinos del lugar, a pedirles consejo o ayuda material, sería muy prematura la petición o propuesta, mejor era seguir su camino, tal vez volver otro día de visita expresa a ellos, traerles un regalo a los niños, de todas maneras también eran muy pobres y tenían que cuidar todo centavo que lograban, tal vez sería algún detalle bonito porque una bicicleta…, de pronto haciendo una colecta, por ejemplo, entre todos se haría pero había que tener cuidado con los sapos, correrían a contarle a las fuerzas oscuras de la democracia, que es como les dicen a los esbirros y doctores que con la ley acompañan a los esbirros, y a un periodista mucho menos, si se preocupa por su suerte tal vez se frieguen todos y nadie sepa nada, los curas tal vez no tengan tiempo o no les den permiso de ocuparse de los asuntos de este mundo, por lo que se arriesga uno a perder el tiempo, contándoles de esos niños y sus ganas de tener una bicicleta propia cada uno.
Al rato de charla sobre estas cosas, viendo que los niños demoraban y que no los veían desde la casa, fueron a buscarlos, Beatriz con los ciclistas y los encontraron haciendo acrobacias en un sendero de mulas que había delante de la quebrada, y se sentaron en unas piedras a verlos cómo subían jadeantes y risueños, cómo se tiraban loma abajo y volvían a subir por el otro lado, embarrados y gritando, pedaleando con fiereza porque iban en competencia y tenían que ser campeones; José también llegó y les gritó que se apuraran, que al día siguiente tenían que ir a la escuela y aún no habían hecho las tareas, ya eran las 2 de la tarde y tenían que aprovechar la luz del día para economizar luz eléctrica.
-          ¡Ya vamos!, estamos en campeonato mundial y aún nos faltan 3 vueltas- responde el mayorcito de los niños, sonriendo se detuvo un momento y echó a correr de nuevo, con los otros 2 casi alcanzándolo-, ¡ja, ja, ja!, a que no me alcanzan, son muy chiquitos y les falta fuerza en las piernas.
Una vez más se pusieron a charlar, ya parecía una de esas charlas que no se terminan con los años, aunque sean muchos, y recordaron cómo tenían que ir a elecciones si no querían que los miren mal, sospechando de todo lo que hacían y si no lo hacían también.
-          Eso son pretextos para oprimirlos, que entreguen su vida, en el surco y la guerra, construyendo sus casas y barriéndolas, que aprendan y enseñen oficios sin los cuales no existen orden ni gobierno pero que los alejan del poder- continuó Manuel lo que venían diciendo-, les sacan la sangre así a todos y los mantienen en la pobreza.
-          Discúlpeme, Manuel- interrumpió Beatriz-, ¿será cierto que esa gente bebe sangre humana y se come a la gente que coge descuidada?, una oye muchos cuentos.
-          Yo estoy segura que sí, siempre se han contado historias de esas y tienen que tener algo de cierto, o si no ¿por qué cree que les dicen chicos malos a sus hijos cuando se las dan de populares y democráticos?, a eso le dicen untarse de pueblo, ¿por qué insisten en que demos la sangre y que somos deliciosos?- Antonia habló como si fuera un secreto a voces lo que decía, y añadió-, me parece que el origen de esos rumores está en ellos, en algún esbirro presumiendo su maldad, en algún doctor hablando como si contara chistes, dizque solo una probadita, una, desde que era pobre, doctor o esbirro, lo único que ha hecho es repetir, lo que oye recogiendo migajas sucias; incluso la prensa oficial los caricaturiza muchas veces como demonios y vampiros.
-          No es lo mismo un chiste o caricatura que los rumores que se sabe vienen de su mundo, si no de ellos, al menos con su conocimiento- añadió Fernando suavemente; y todos callaron.
No era necesario decirlo, es mejor no hablar mucho de esas cosas, que no pasen de repetir lo que ellos están diciendo y cómo se entiende todo eso, no vayan a decir que uno quiere clavarles una estaca en el corazón como a Drácula o a Vlad “El empalador”, esos misterios no los discute si no el que busca problemas y ¿para qué buscar problemas?, si la vida ya es suficientemente dura. Solo que entre todos tenían estos pensamientos y los guardaban en lo más profundo de su ser, allí estaban con sus temores y sus dudas, sus certezas y su prudencia, su pobreza y su dedicación al trabajo, había que preocuparse por los niños constantemente y les ponían cuidado, mirando al guadual, más allá de la loma, luego al plancito hasta la quebrada, se iban bordeándola y luego se metían de nuevo en la trocha de mulas, ahí no más adelante de ellos, para trepar hasta la loma y bajar raudos hasta el llanito al otro lado; preocupados y temerosos todo el tiempo, mientras los niños bajaban la loma por el otro lado, era solo un momento hasta que aparecían en el llano, pero era como si hubiera una sombra siniestra sobre todos esos parajes, no podían olvidarse que eran muy pobres, a pesar de toda una vida consagrada al trabajo, los de la torre seguramente están desconfiando, así como ellos.
Los niños terminaron y se acercaron, venían en grupo pedaleando suavemente y pidiendo un premio para el campeón, Pedro, el mayorcito, que muy sonriente se acercó ligeramente delante de los otros 2, Juan y Felipe, homenajeándolo y ovacionándolo; y como era el ganador, tenía que alzar las manos al cielo como los campeones cuando ganan una etapa, claro que le faltaba experiencia y al suelo fue a dar, cayó delante de todos que corrieron a levantarlo y lo alzaron en hombros, yéndose de inmediato para su casita a celebrar, Beatriz llevando la bicicleta, entonces Manuel le prometió un premio chiquitico al niño campeón.
-          Pedrito, no se preocupe por el premio que después se lo traigo aunque sea poquito, pero si su papá y su mamá me dicen que se ha manejado bien- levantando el dedo, y muy serio, lo prometió.
-          Pero Juan y Felipe también se tienen que manejar bien si quieren que se los preste, sea lo que sea- dijo José, que estaba feliz con esos momentos, recibiendo la visita, charlando y viendo a los niños jugar a ser campeones mundiales.
Ya se les iba haciendo tarde para regresar a su mundo, trabajo y lucha, solo estudio pensaban los ciclistas, que habían buscado la oportunidad de charlar con algún campesino, ojalá en su propio mundo, sin interferencias, haciéndose conocer al hablar con el corazón en la mano; pensaban que la verdadera confianza llega con el tiempo, pero había que iniciar construyendo el puente que los acercara al surco de la vida, al surco campesino en que se habían metido sin dudarlo a pesar de saber de antemano la suerte de ellos, los campesinos, por querer la vida y su cultivo, dejar sus vidas en el surco, sacrificarla para dar fruto.
-          No digamos adiós, don José, que por aquí tenemos que volver; y a usted, doña Ester, muchas gracias por su hospitalidad- Manuel primero se despidió del papá y la mamá, luego de los hijos-; Pedro tiene que manejarse bien si quiere premio, lo mismo que Juan y Felipe, y a Beatriz la recordáremos por su gentileza y amabilidad; gracias de nuevo a todos, y hasta luego.
Hasta luego dijeron los excursionistas y hasta luego dijeron los que se quedaban con la ilusión de haber conseguido 3 amigos, que parecían muy buena gente, decentes y respetuosos y, según decían ellos, muy estudiosos y trabajadores.
Ya casi el sol de los venados, ya casi de regreso en sus mundos que no querían, por eso la búsqueda y el anhelo de encontrar un lugar, allí en ese mundo que dejaban con pesar y trabajo; esas cosas no las decide sino el tiempo pero tenían la idea y ¿quién sabe?, a veces la vida da esas vueltas, a veces los sueños se cumplen, pero hay que ser realistas, lógicos y prácticos al soñar, hay que pensar las cosas con calma para no perder el tiempo con quimeras.

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