domingo, 12 de enero de 2014

Olvido y extravío de Ignacio



¿Dónde estoy?, ¿y ese barullo?, esas sombras gozan como si tuvieran algo en común y Babel no importara, ¿será que hay un receptor con todas las voces y música en tropel?. Ignacio no entiende su lugar en el mundo, solo sabe que tiene que abrir los ojos y correr, sumarse al gentío, dejar la angustia que dan  las sombras, abrir los ojos y tomarse un vaso de clarete de Olite para estar listo para el encierro.

Había llegado buscando iluminación sobre la noche de los tiempos, cuando todo era instintos tras luz, balbuceos humanos, dizque san Fermín acompañaba a los paganos con su palabra y de la luz los hizo.

Llegó la hora, brinca, corre al balcón y ve pasar gente y toros como exhalación, desde el día anterior en que vió alguien por televisión disparar un cohete: “Pamploneses, Pamplonesas, ¡Viva san Fermín! Gora san Fermín!”, se sumergió en esa fiesta de muerte, viendo gigantes y cabezones de todo el mundo, gentío y música. Había cenado  ajoarriero con langosta pero solo recordaba una pancarta que decía: “Viva el vino y vivan los forasteros”, después todo se tornó completamente irreal y pareció como si nada pudiese tener consecuencia alguna, al menos ya no importaba.

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